*) Psic. Manuel Froilán Zavala Ayala

En uno de sus fragmentos, el filósofo alemán Friedrich Schlegel (1772 -1829) reflexiona sobre el suicidio:

Por lo general, el suicidio es solamente un suceso, raramente una acción. Si es lo primero, su autor habrá obrado siempre mal, como un niño que se quiere emancipar. Sin embargo, si es una acción, ya no cabe hablar de derecho sino únicamente de conveniencia, pues solo a ésta se halla sujeto el arbitrio, que debe determinar todo lo que no pueden determinar las leyes puras, como el aquí y el ahora; y que puede determinar todo lo que no destruya el arbitrio de los demás, destruyéndose, con ello, a sí mismo.

El suicidio se representa como el acto más radical porque se comete aparentemente contra la necesidad, es decir, contra nuestras determinaciones naturales. También se hace contra el destino, que, si bien nos tiene deparada una muerte, también nos impone la obligación de seguir viviendo.

De modo tal que el suicida es uno que se coloca en el lugar del destino para realizarlo por su propia mano, de tal modo que es al mismo tiempo un rebelde y un desesperado.

Hegel menciona que el hombre es “la muerte que una vida humana vive”.

Camus todavía hablaba del suicidio con un acento, digamos, romántico. Querer acercar la muerte voluntaria a un asunto filosófico es desdibujar el problema, borrar su fondo. El suicidio no puede pertenecer nunca a la filosofía ni a la literatura, aunque en ambas ha sido y es un asunto crucial.

En el acto voluntario de morir intervienen demasiados factores, a veces azarosos. El suicidio está latente en un rincón de nuestra mente, pero también de nuestra cultura. Si nos “asusta” es porque, de algún modo, contraviene el orden, tanto biológico como cronológico.

Según nuestra mentalidad, la muerte tiene sentido cuando ya ha consumado un proceso, una vida, un camino. Si nos turba la muerte de una persona joven es precisamente porque en ella se cumple esta violación del tiempo. En el rechazo del suicido, en la perplejidad que se siente ante él, se encierran muchas cosas.

Aristóteles abrió una tradición que todavía prevalece: consideraba a quien se daba muerte como un desertor de la sociedad, ya que, según su discurso, el individuo pertenece a la comunidad que le ha ayudado a educarse e integrarse.

Ante la empresa encomendada al ser humano, imposible de cumplir, surge la angustia. Esta empresa, sin duda colosal, consiste, para el creyente, en tener que responder a las expectativas de Dios depositadas en él, o bien, en los siglos últimos, de carácter laico, a lo que espera la sociedad de cada uno de nosotros; una sociedad, recordémoslo, implacable y a menudo impía, en la que el mercado -es decir, el dinero- ha dinamitado toda posibilidad de entendimiento. El avance de la barbarie, la brutalidad, su erosión, son cercos que el individuo de la contemporaneidad ve difíciles de romper.

El suicidio no nos salva, porque afrontarlo, aunque sea desde la legítima y comprensible desesperación, es darle la razón al mundo.

Si la estadística se cumple, hoy, en Uruguay, se quitarán la vida 2 personas y muchas más lo intentarán y según recientes estudios la mayoría habrá pedido ayuda en la última semana y otras hoy mismo. Las personas que hoy se quiten la vida serán muchos más que las mujeres que son asesinadas por violencia de género o las personas que mueren en accidente de tráfico.

Sin embargo, el suicidio, un grave problema social y de salud pública, sigue en el tabú de la calle y en el silencio de muchos. Es necesario “hablar”: hablar alivia; hablar libera. Hablar de suicidio no provoca suicidios, sino que ayuda a las personas a expresar sus emociones en situaciones difíciles. Y contribuye a que el suicidio no sea un tabú. O lo que es lo mismo, “cifras invisibles para la opinión pública”.

Invitar al padeciente a enfrentar la vida y encontrarle un sentido que vaya más allá de la supervivencia… invitarlo a vivir y no a perdurar en el tiempo.

RECUERDA: El Suicidio es una causa de muerte EVITABLE.

*) Licenciado en Psicología, especialidad Clínica (con Habilitación Profesional del MSP). Miembro Honorario en el Área de Negociación Antisecuestro (gerenciamiento de crisis) del Grupo Halcón de la Policía Argentina.

Especializaciones en Suicidología: Red Mundial de Suicidiólogos (Representante Nacional hasta el año 2.008); Red Iberoamericana de Suicidiólogos (Argentina).

Miembro de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM), desde el 10 de agosto de 2016.

Ex - Miembro de la Sociedad Mexicana de Tanatología.

Libros publicados: “Suicidio Infanto-Juvenil” - Cómo reconocer las Señales de Advertencia (Editorial Arandura. Año 2006); “El Suicidio - Un grito silente (Imprenta Tradinco. Año 2017). Disertante en múltiples eventos en varios países.

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