*) Prof. José Luis Corbo

“Entre lo que puede ser de otra manera está el objeto producido y la acción que lo produce. La producción (poiesis) es distinta de la acción (praxis)…; de modo que también el modo de ser racional práctico es distinto del modo de ser racional productivo” (Aristóteles).

Hace bastante más de dos siglos, en el apartado 4 del libro VI de su célebre “Ética a Nicómaco”, analizando la cuestión del arte, Aristóteles plantea la necesidad de establecer una distinción entre las diversas prácticas de los hombres.

Su preocupación no era precisamente estética, sino que se vinculaba al fin de la práctica misma, a la intención con la que necesariamente la acción moral (praxis), debería distanciarse de la acción productiva (poiesis). Esta última, tendría entonces fines estrictamente productivos y un sentido claro y preciso: la modificación de un determinado objeto material para la respectiva producción del objeto artístico.

En la segunda mitad del siglo XX, el genio de Althusser, tomando como punto de partida las ideas de Aristóteles, establece la siguiente distinción. La praxis es la acción de sujetos sobre sujetos, con la intención de transformar y de transformarse. Implica entonces un sentido moral, un fin transformador y una transformación que se sucede en ambos sentidos. El sujeto que transforma es a su vez transformado.

La poiesis es estrictamente producción y es definida entonces como la acción de los sujetos sobre los objetos para transformarlos. Sus sentidos son la producción misma y el sujeto que es sujeto de producción no será sujeto de transformación. Es decir que la poiesis podría repetirse indefinidamente siempre que el fin se justifique, es decir, mientras la producción sea necesaria. Sus formas son estáticas e inalterables en la medida en que los requerimientos productivos así lo determinen.

Específicamente en relación con la educación, podríamos decir que no hay duda de que es una práctica y que, por tanto y en función de sus fines, podrá devenir en praxis o en poiesis. Si, por un lado, la educación se piensa como acción que pretende transformar a los sujetos y aquel que educa se entiende a su vez transformado en su propia acción, podríamos decir que hablamos de praxis.

La praxis educativa es una acción que es a su vez abstracción de un universo concreto de acciones, es praxis abstracta que encuentra sentido en su relación dialéctica con la praxis concreta, con las relaciones transformadoras que se darán más allá del espacio propiamente educativo. La educación como praxis será, entonces, una práctica transformadora capaz de transformar el mundo porque su movimiento en su vínculo dialéctico con ese mundo es inagotable. Su movimiento se construye sobre la base de la justicia social inmanente.

Por otro lado, la educación podría alejarse de la praxis y acercarse entonces a la producción. Tal sus formas tradicionales en los procesos de expansión de los modelos capitalistas. La poiesis localiza su fin en la “producción del sujeto productivo” y no supera jamás sus sentidos productivos. El sujeto decanta en objeto, se cosifica, y la acción se valida como producción.

La educación como poiesis será, entonces, una práctica reproductivista que, en tanto reproducción, se sostiene sobre las formas del progresismo lineal, el que reconoce lo universal del progreso olvidando lo particular de los sujetos redimidos en el sentido benjaminiano. Se olvida de los olvidados de la historia. Todo progresismo que olvida los olvidados, esconde en sus sentidos la injusticia que sostiene las relaciones materiales de dominio y poder.

Los modelos educativos neoliberales nos proponen la distinción aristotélica en su máxima expresión. Construyen una nueva poiesis, aquella que produce sujetos/objetos útiles para el mercado con una lógica reguladora que no será otra que el movimiento y las necesidades de ese mercado. El sujeto es, en esa dinámica, objeto de manipulación y mercancía que se vende a la necesidad del progreso que sigue avanzando con los mismos y olvidando a tantos otros.

La cosificación del sujeto es la quintaesencia del modelo educativo neoliberal. La reproducción de la desigualdad su leitmotiv. El sujeto, definitivamente sujetado, se transforma en un engranaje de una gran maquinaria que lo usa y abusa a destajo. Los discursos reformadores esconden sentidos políticos subyacentes. Solamente una educación que es praxis y que es para la praxis, se ocupa de desentrañar esos sentidos.

En más de un ocasión los docentes hemos sido parte de reformas educativas. Se puede ser parte de algo sin oponer resistencia o se puede ser parte de la resistencia siendo parte de algo. Se resiste desde adentro y se cambia desde adentro, pero hay que estar dispuesto a resistir. Porque el ataque… agobia y agota por más débil que sea.

No olvidemos que la cosificación del sujeto que aprende va de la mano de la cosificación del sujeto que enseña. Tal vez Aristóteles agregaría una categoría hoy superadora de la poiesis, una nueva práctica ejercida por un sujeto/objeto, sobre otros sujetos/objetos, con sentidos productivos y, estrictamente reproductivista. Está claro que no queremos que eso suceda.

 

*) Licenciado en Educación Física (ISEF Udelar). Entrenador de fútbol (ISEF-Udelar). Actualmente cursando la Maestría en Didáctica de la Educación Superior (Centro Latinoamericano de Economía Humana).

Director coordinador de Educación Física, del Consejo de Educación Inicial y Primaria/Administración Nacional de Educación Pública. Maldonado-Uruguay.

(ANEP/CEIP). Integrante de la línea “Políticas Educativas y Formación Docente.

Educación Física y Prácticas Educativas”, adscripta al grupo de investigación sobre La Educación Física y su Enseñanza.

e-max.it: your social media marketing partner