“…En realidad, dentro había un enano jorobado que era un maestro en el juego del ajedrez y que guiaba, mediante hilos, las manos del muñeco. Podemos imaginarnos un equivalente de este aparato en la filosofía. Siempre debe ganar el muñeco que llamamos materialismo dialéctico” (Walter Benjamin)
Imposible, en estos días, que alguien no haya debatido la idea del aislamiento voluntario. No hay mejor motor para el pensamiento que una crisis global y no hay mejor forma de reflexionar que cuando las ideas parecen enfrentarse entre sí y la respuesta no es tan evidente como parece serlo a diario, ante temas tal vez más triviales.
Para el caso, el problema está bien claro. La mejor respuesta parece ser la peor cuando la miras desde otra perspectiva, la verdad más evidente se transforma en mentira cuando cambias también el foco y la mejor medida se transforma en represión cuando las formas del derecho no parecen suficientes para sostener una lógica de caos generalizado que a la mayoría de nosotros nos agobia. Y todo esto para una sencilla tarea: simplemente quedarse en la casa.
Lo evidente ante el dilema es que siempre triunfa el miedo, y muchas veces terminamos diciendo cosas que no son las que realmente diríamos si nos tomásemos más tiempo para pensarlas. Hasta los biopolíticos tiemblan porque buscan sostener su discurso de la hipótesis represiva pero son acusados de derrapar -como le ha pasado nada menos que a Giorgio Agamben- cuando les exigen la necesidad de plantear la urgencia sanitaria inmanente y postergar de esa forma las diferencias políticas de fondo.
Lo cierto es que todo es indisociable y la abstracción siempre resulta pobre ante los fenómenos globales de esta magnitud.
Desde nuestra perspectiva, los problemas ante los debates por el aislamiento colectivo pueden resumirse a una serie de preguntas que los medios en general parecen evadir. Aquí algunas de ellas:
¿Cómo superar la contradicción que supone la toma de decisiones colectivas en una sociedad neoliberal? ¿Cómo pedir empatía en las peores épocas de la sociedad del egoísmo? ¿Cómo pensar la dialéctica libertad-necesidad en un modelo social voluntarista?¿Cómo enfrentar un modelo sociopolítico que entiende que los intereses personales anteceden a la comprensión de la ontología del ser social? En definitiva… ¿Cómo construir una sociedad entre todos?.
Evitaremos el ejercicio de responder una a una esas inquietudes, pero analizaremos las condiciones materiales que nos impone el modelo actual.
Apelamos en primer lugar a las relaciones estructura-superestructura. Como lo hemos expresado en varias ocasiones, la ideología dominante siempre es la ideología de la clase dominante. Las instituciones superestructurales operan al servicio de la reproducción de las relaciones de producción pero son reproductoras también de ideología.
La superestructura cambia de forma mucho más lenta que la estructura. Dicho de otra manera, aunque la clase trabajadora se apropie de los medios de producción, su ideología será la ideología de la clase dominante. El esclavo quiere ser amo y el empleado quiere ser patrón.
Los problemas de esta dialéctica son diversos. Uno de ellos podría ser que una supuesta dictadura del proletariado, postulado como período transicional en el materialismo histórico, nunca deje de ser transición y acabe siendo una lucha de clases invertida.
En el modelo actual, las formas de la ideología reproducen la libertad individual por sobre el bien común y los proyectos colectivos, enaltecen lo personal por sobre lo social y lo socialmente construido. Es imposible escapar a ese modelo. Aunque intentemos pensar socialmente, el modelo político nos envuelve y las relaciones materiales nos determinan.
No somos seres individuales por naturaleza, el modelo político y sus relaciones nos construyen. Y en ese liberalismo exacerbado triunfa el sálvese quien pueda.
Dejamos abierta dos últimas preguntas: ¿No hubiera sido acatado de mejor manera el aislamiento absoluto si cada uno se hubiese sentido víctima potencial de muerte por la enfermedad y no solamente vector de contagio, dado lo mucho que nos han enseñado a preocuparnos por nosotros y olvidarnos de los demás? ¿No será necesario replantearse la libertad de elegir encerrarse en casa, cuando la necesidad te obliga a salir a la calle?.
No hay mejor momento para transformaciones que las crisis. Cuando salgamos de esta, no nos quedemos de nuevo en el discurso de la transformación individual, de un simple “ahora si voy a vivir la vida”. Pensemos entonces y de una vez por todas en la necesidad y la urgencia de replantearnos el modelo político económico que construimos y nos construye.
*) Licenciado en Educación Física. Magister en Didáctica de la Educación Superior. Posgrado en Didáctica de la Educación Superior. Actual Director Coordinador de Educación Física de CEIP Maldonado.
Integrante de la línea "La Educación Física y su Enseñanza" adscripta al grupo “Políticas Educativas y Formación Docente. Educación Física y Prácticas Educativas”.