*) Psic. Manuel Froilán Zavala Ayala
Mientras las muertes por suicidio aumentan sin control por indiferencia, miseria humana, desconocimiento, pacto o miedo… continúan las miradas impotentes buscando una solución muchas veces hasta mágica; lo concreto es que en muchos reside la “capacidad” de incluir en la temática la sutileza del matiz ante la abrupta presencia de lo “agobiante”.
La complejidad del suicidio no puede leerse como mera relación a lo factico actual, sino que esa lectura debe enmarcarse en la perspectiva de la experiencia, es decir, la perspectiva de la conjunción de un evento con las vivencias que a causa de él emergen, las que habrán de determinar su particular coloración subjetiva.
Entre todas las experiencias negativas de fracaso y de limite ocupa un lugar central la situación - límite de la muerte. La muerte suscita un gran interrogante respecto a la existencia humana. Somos una especie consciente de su propia finitud.
“El suicida quiere la vida y solo se haya descontento de las condiciones en las cuales se encuentra. Por eso, al destruir el fenómeno individual, no renuncia en modo alguno a la voluntad de vivir, sino tan solo a la vida. Él quiere una existencia y una afirmación sin trabas del cuerpo, pero el entrelazamiento de las circunstancias no se lo permite y ello le origina un enorme sufrimiento”. (Schopenhauer 1986, Tomo I, p.541).
Desde un abordaje psicológico, se impone en general el discurso crítico que persigue su prevención. El suicidio no es considerado señal de querer dejar de vivir, por el contrario, resulta ser la manifestación más fehaciente de aceptar y afirmar una vida sin sufrimientos. Un dolor que se torna intolerable, un sufrimiento que se vivencia como lo absoluto, no puede dejar de generar una necesidad imperiosa de descanso y alivio.
Como antítesis del dolor ilimitado sobreviene la avidez vital de la nada. En esta situación límite es posible distinguir una avidez vital de la nada como manifestación pura e inmediata del padecimiento vivenciado, a diferencia de su aspiración que puede estar mediada por reflexiones abstractas.
Podríamos decir que el suicidio es en la mayor parte de las veces una conjunción de ambos fenómenos, es decir, tanto una desesperación por dejarse caer en una nada subjetiva, como un anhelo por alcanzarla.
Reconocer el estatus del sufrimiento con que se identifica aquella avidez vital de la nada que puede anteceder un suicidio, ponderando con ello aquella necesidad que puede esconderse tras la “elección” de abandonar la vida. Solo el alma sabe cuan tolerable es este o aquel dolor y no es uno quien “decide” cuando la necesidad de la nada se ha tornado más vital que la vida misma.
Muchas parecen ser las causas que podemos hipotéticamente suponerle al suicidio; lo cierto es que todas las razones suficientes no resultan ser a menudo fuente veraz de comprensión para quien haya sentido alguna vez compasión por alguien que lo haya cometido.
La depresión como enfermedad del estado de ánimo y neurosis descompensada es un factor presente en la mayoría de los casos de la conducta suicida.
Menciona el Dr. Luis Hornstein, que los deprimidos tienen una visión pesimista de sí mismos y del mundo, un sentimiento de impotencia y de fracaso. Sus días son una cansada sucesión de rutinas y pesares, sin los pequeños estallidos de alegría de la persona común y casi sin deseos de deleite. Como si la existencia careciera de color, de sabor y de sentido.
Para entender las depresiones, hay que abordar la relación yo/superyó-ideal del yo, los baluartes narcisistas, la modalidad de tramitación de duelos pasados y presentes, los efectos de la vida actual en la valoraciones del yo.
Los pacientes depresivos presentan pérdida de energía e interés, sentimientos de culpa, dificultades de concentración, pérdida de apetito y pensamientos de muerte.
El humor deprimido y la pérdida de interés o satisfacción son los síntomas claves de las depresiones. Otros signos y síntomas son los cambios en las funciones cognitivas, en el lenguaje y las funciones vegetativas (como el sueño, el apetito y la actividad sexual). Cambios que casi siempre afectan al funcionamiento social, laboral e interpersonal. Visión pesimista de sí mismos y del mundo, sentimientos de impotencia y de fracaso también están presentes.
Se sienten aislados y abrumados por esa vergonzosa indiferencia hacia sus prójimos. El depresivo es un agobiado en busca de estímulo. Un ansioso en busca de calma. “No tengo futuro”; “No tengo fuerzas”; “No valgo nada” son expresiones que hacen a la temporalidad, a la motivación y a la valoración personal.
También, además de los motivos de consulta que hacen al estado de ánimo y afectividad, se encuentran los que afectan al pensamiento, como la concentración disminuida y por otro lado también se presentan las manifestaciones somáticas (insomnio, hipersomnia, aumento o disminución del apetito, cefaleas, lumbalgias, dolores articulares) y síntomas viscerales (principalmente gastrointestinales y cardiovasculares). El sistema inmunológico no es inmune a las emociones. Los estados depresivos pueden aparecer a raíz de cualquier alteración somática. Se trata de una “batalla”.
Suponer que la depresión no es más que algo químico es como suponer que el talento o la criminalidad son exclusivamente químicos. Cuando se dice que el cerebro es un sistema químico hay que aclarar que es un sistema químico complejo. Las depresiones deben ser abordadas desde el paradigma de la complejidad. Y así entendemos el desequilibrio neuroquímico presente en las depresiones, debido a la acción conjunta, y difícilmente deslindable, de la herencia, la situación personal, la historia, los conflictos neuróticos y humanos, la enfermedad corporal, las condiciones histórico-sociales, las vivencias, los hábitos y el funcionamiento del organismo.
Reconocer los aspectos químicos de las depresiones no implica desconocer los aspectos psíquicos ni los socioeconómicos. Pero postular que las depresiones son solamente biológicas es científicamente falso. Las depresiones tienen que ver también con el desempleo, la marginación, la pobreza extrema, entre otras tantas.
RECUERDE: EL SUICIDIO ES UNA CAUSA DE MUERTE EVITABLE.
*) Doctorando en Psicología. Grupo de Investigación en Psicoanálisis y/o lo Disruptivo. (USAL-APA).
Especialista en la Problemática del Suicidio. Secretario General de la Sección Suicidio y Autolesiones de la World Federation for Mental Health (WFMH). Miembro Titular de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM).
Miembro del Capítulo Suicidio y Prevención de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM).
International Association for Suicide Prevention (IASP).
Miembro de la Sección Desastres de la World Psychiatric Association (WPA)