*) Mag. José Luis Corbo

 

“… el gusto por mirar y por vivir se vincula en él íntima e inmediatamente con la actitud del que opina como perito” (Walter Benjamin)

Tal vez pocas cosas nos generen más sentimiento de libertad que expresar libre y abiertamente aquello que nos gusta. Pero pocas cosas son también más falsas que el libre albedrío del gusto. Tampoco es cierto que sobre gustos no haya nada escrito. Lo cierto es que sí lo hay, y bastante.

Los límites en cuanto al sentido del gusto, algo de lo que autores como Bourdieu, Adorno y tantos otros se han ocupado, son diversos, y la forma en que los gustos se configuran reflejan un sinnúmero de relaciones que configuran un sujeto particular en cuanto a su dimensión única, pero con un condicionamiento tal que su gustar se reduce a la analogía de la colcha de retazos, aquella que es diferente a todo pero igual a mucho.

Fromm refería al concepto de inconsciente social, en sus manías de atar a Marx y a Freud. Ese inconsciente social configura estados de consciencia que se encargan de instalar en los sujetos una suerte de piloto automático que define los límites de las acciones y de los sentires.

La manipulación subliminal e inconsciente, de génesis práctica, se mueve para Fromm en primer lugar al ritmo de las relaciones productivas. El mercado y sus relaciones de producción, en esa ardua tarea de producir tanto los objetos como los consumidores, y apoyado en la industria propagandística y el marketing, no solamente genera falsas necesidades -una de sus tareas fundamentales- sino que desarrolla a la vez sentidos estéticos. El mercado debe, obligatoriamente, construir la dimensión estética de los objetos que produce y asignarles imperceptiblemente un valor de cambio.

Esta lógica se extiende desde los objetos más básicos y de uso diario hasta la producción de la industria cultural. El mercado se empeña de igual forma en perfumar el papel higiénico o imprimirle dibujos infantiles, que en venderte un artista por radio o televisión.

Todo tiene valor de cambio y todo te puede llegar a gustar en tanto la popularidad del objeto despierte el interés latente del potencial consumidor.

Además, y en esto podríamos adherir con Bourdieu, los diversos campos prácticos en los que nos movemos construyen habitus, formas de ser y de hacer que representan esos espacios de acción de los que devienen, y que son propios de ellos. Hasta la comida que nos gusta nace de relaciones prácticas, objetivas, que definen el ser social y se instalan sobre el sujeto en su individualidad pero se mueven dialécticamente entre el todos y el uno.

La lucha de clases reside a su vez al interior de los gustos y el gustar no es privilegio de los cultos sino que es adherir a parámetros estéticos hegemónicos impuestos por aquellos que, desde el pedestal de los grandes, asignan valor a objetos y acciones, juzgando con vara propia lo que dan a llamar el buen gusto. Por otra parte, el mal gusto no es más que el gusto no hegemónico. Es decir que no es ni occidental, ni católico, ni burgués.

Como bien lo decía Benjamin, el gusto nace de la voluntad del perito, voluntad que representa intereses de clases, intereses que reflejan dinámicas de clases y que excluyen a partir de la capacidad de gustar a aquellos que no están preparados para el buen gusto. A los pobres no les gusta el ballet -símbolo burgués si los hay- pero sí le gusta la torta frita. El arte y la panza emparentados y representando la lucha de clases que jamás se acaba pero que se esconde, aunque siempre se ve. Como el asesino de la película atrás de la cortina.

Gustar puede llegar a operar como el mayor simulador de clase en cualquiera de sus formas y sentidos. Si me junto con el rico y no como Sushi, mis gustos de pobres me condenan. Si soy pobre y quiero tomar un buen vino, no puedo, porque el buen gusto, reservado para los otros, me lo prohíbe.

En fin, no es tanto lo que nos gusta -por originales- sino lo que la sociedad nos hace gustar. Lo que parece claro es que hasta para tener buen gusto, las condiciones estructurales de base nos condicionan. Hoy, parece hasta una cuestión de mal gusto seguir hablando de lucha de clases.

 

*) Licenciado en Educación Física. Magister en Didáctica de la Educación Superior. Posgrado en Didáctica de la Educación Superior. Actual Director Coordinador de Educación Física de CEIP Maldonado.

Integrante de la línea "La Educación Física y su Enseñanza" adscripta al grupo “Políticas Educativas y Formación Docente. Educación Física y Prácticas Educativas”.

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