*) Alberto Fernando Prandi De Césare
Desde la irrupción del nuevo virus, las autoridades de la Organización Mundial de la Salud han actuado en forma errática, contradictoria y muchas veces equivocada, no siendo capaces de generar certezas y credibilidad en sus dichos y acciones. A modo de ejemplo, afirmaron durante mucho tiempo que se trataba de una enfermedad no letal, como muchos otros virus que la humanidad ya conocía y por ende alcanzaba con que fuera tratada adecuadamente.
Luego que ingresara en Europa, se dieron directivas a todos los países para que cualquier persona que falleciera por enfermedades prevalentes o por cualquier otra causa, si tenía un test positivo de Covid, se certificara su deceso por esta causa, falseando la realidad de los datos de forma inexplicable.
Ese cambio de criterio generó pánico, como era lógico esperar, más allá que todos los inviernos hubiera los mismos decesos o más, causados por complicaciones con la gripe del virus de la Influenza con síntomas similares así como de contagio.
Se generó la “pandemia del miedo”, se desatendió todo lo referente a la Salud que no fueran los problemas respiratorios, dándole absoluta prioridad a una enfermedad que por ejemplo en nuestro país en el primer año causó 74 muertes. Una cifra baja si se compara con todos los fallecimientos producidos por las principales causas de muerte en el Uruguay desde hace décadas, pero que en muchas de éstas las mismas se duplicaron por no tratarse como se debía, en tiempo y forma, tal como vemos en los informes de estos últimos meses sobre los aumentos en el número de patologías severas, porque se suspendieron las cirugías, los exámenes preventivos y las consultas presenciales entre otras muchas “omisiones de asistencia”.
Con esas pautas, se dijo que la única solución eran las vacunas, entonces éstas se crearon, pero se hicieron desconociendo los tiempos y estudios previos que requieren para ser probadas y testeadas durante dos o tres años antes de ser aplicadas a la población.
Fue así que por régimen de excepción se validaron “inyecciones” que no contaban con las garantías necesarias. Fue así que no cumplieron su cometido, las dos dosis que garantizaban la “vida eterna”, que luego fueron tres y sigue la cuenta, empezando a hablarse de refuerzos de por vida.
Muchas que prometían ser igual de efectivas, no lo fueron, y países del primer mundo con altos índices de vacunación tienen por estas horas récord de infectados diarios en números que no se dieron antes que se empezara a vacunar. De hecho, en nuestro pequeño país, desde el 1º de Marzo al 1º de Julio, cuando se inició la vacunación masiva, en sólo cuatro meses murieron más de 5.000 personas, llegando a estar en el primer lugar a nivel mundial de fallecimientos por Covid por cada 100.000 habitantes.
A nivel mundial, al igual que acá, no se dieron los tiempos para que nuestro sistema inmunológico creara los anticuerpos en forma natural y las inyecciones hicieron que el virus siguiera mutando (nunca la humanidad conoció un virus que tuviera, en tan breve plazo, el número de variantes de éste).
Luego empezaron a llegar las variantes, que sirvieron para justificar el fracaso de estas “vacunas express”, en especial la Delta que explicó todo lo que salió mal, todo lo inexplicable o simplemente se culpó a los que no estuvieron de acuerdo en vacunarse.
Pero en estas horas aparecen los científicos del Instituto Nacional de Genética de Japón, país que pasó de tener 23.000 casos diarios en Agosto a 140 en Noviembre, indicando que la razón de este cambio tan radical es, ni más ni menos, debido a la imposibilidad del virus de reproducirse tras demasiadas mutaciones, lo que estaría haciendo que esta variante Delta esté mutando hacia la auto extinción. Pero para que esta positiva noticia pierda fuerza rápidamente ya tenemos una nueva cepa, la Ómicron, originada en Sud África, que promete ser peor que todas sus antecesoras.
Qué bueno hubiera sido que a nivel planetario, se hubiese dado el imprescindible debate entre muchos técnicos y expertos que sencillamente no coincidían con la “verdad única universal”, para escuchar, para entender mejor, para que quienes no tenemos la formación académica en esta temática pudiéramos nutrirnos de ambas vertientes y generar nuestra propia postura. Era nuestro derecho, estaba en juego nada menos que la salud y la vida de la raza humana.
En cambio se optó por acallar el disenso, descalificar al que pensara diferente, aunque éstos fueran científicos de igual o mayor nivel que los que sustentaron “la historia oficial”. Que alternativa se le dejó a quienes se vacunaron; la inmensa mayoría de éstos lo hicieron sin convencimiento alguno porque en todas partes se presionó a la población, se utilizó el miedo ya que los que no lo hicieran perderían Derechos, perderían Libertades y hoy países como Austria ya la han declarado obligatoria.
Y ahora, van por los niños. Ahora van por nuestros hijos o nietos, sabiendo que la realidad está marcando que ya se tomó un tremendo riesgo con los adultos, cuando aún no se saben las secuelas que dicha decisión va a mostrarnos en el devenir del tiempo.
Y van por los niños con un argumento execrable ya que se reconoce claramente que éstos no lo necesitan en absoluto, pero los ponemos en riesgo, que también se reconoce, porque eventualmente se podrían favorecer a los adultos o sea a nosotros mismos padres o abuelos. Por todo ello, por sentido común, basta, basta ya, a nuestros niños no, ni ahora ni nunca.
*) Alberto Fernando Prandi De Césare (63), casado, 3 hijos y 1 nieta.
Operador inmobiliario de Punta del Este y La Paloma desde 1978.
Presidente de la Asociación de Inmobiliarias de Punta del Este (Adipe), por dos períodos consecutivos 2001-2003 y 2003- 2005.
Subsecretario de Turismo y Deporte a partir del 2005 integrando el gabinete del primer gobierno progresista en la historia del Uruguay.
Presidente de Rotary de Punta del Este en el período 2002-2003.
Presidente y socio fundador de la Asociación de Empleados de Inmobiliarias (Aedi) por el período 2003-2005.