*) Enrique M. González Vilar Laudani

En una oportunidad cayó en mis manos el libro "Vivir, Amar y Aprender", del escritor italo-americano Leo Buscaglia. Encontré allí muchos consejos acerca de cómo mostrar amor hacia los demás mediante “pequeños actos”.

El autor decía que cada vez que subía a un ascensor, en vez de ponerse de frente a la puerta (como hacemos todos parándonos uno al lado del otro, sin mirarnos, con la vista fija hacia adelante) se colocaba de espaldas a la misma, mirando de frente a todos. Entonces en voz alta les saludaba, les preguntaba cómo estaban y trataba de conversar. De esta forma se obligaba a sí mismo a ser amable e interesado.

Pensaba que así quizás podía alegrarle el día a alguien.

Me interesó la idea de hacer algo similar, pero yo no usaba ascensores. En ese entonces, trabajaba en un edificio situado en un barrio de casas muy bonitas, llenas de plantas y flores. Descubrí que en una de ellas, había un enorme jardín, repleto de pequeñas rosas, tan hermosas que parecían una obra de arte.

Cada vez que pasaba, el dulce aroma de las flores y su belleza, me alegraban el camino al trabajo. Uno de esos días, meditando sobre la idea del ascensor, pensé en trasladar esta experiencia usando los recursos que tenía a mano. ¿Qué pasaría si cada mañana arranco una pequeña ramita con rosas y antes de llegar al trabajo se la regalo a alguien, deseándole que tenga un buen día y que sea feliz?.

Me pareció interesante tratar de ser valiente al conversar con desconocidos, hacer una buena acción y quizás que alguien comience el día de manera diferente.

Convencido de la idea, y teniendo en cuenta la gran cantidad de rosas que salían de entre las rejas, comencé con el experimento. Los dos primeros días llegué al trabajo con el ramito intacto en las manos y se los regalé a las chicas que trabajaban en la cocina.

Me prometí que la tercera vez sería la vencida, así que puse manos a la obra al día siguiente. Con el ramo en mi mano derecha, la mochila en el hombro izquierdo y un poco nervioso, caminé unas cuadras y vi una anciana que llevaba un carrito para hacer compras.

Pensé que esta era mi oportunidad y me acerqué con paso resuelto. Al enfrentarla, le extendí la mano, con el ramito tan apretado que parecía una mata de pasto, y… me quedé mudo, mirándola fijamente.

Inmediatamente, la dulce viejecita retrocedió espantada, y salió corriendo, con el carrito saltando detrás de ella y gritando que la querían asaltar. Sin poder yo articular palabra, y sabiendo que a una cuadra y media del lugar había una comisaría, tiré el ramito lo más lejos que pude y corrí tan rápido como me daban las piernas.

Mientras lo hacía me perjuraba diciendo que jamás volvería a intentarlo y como haría, si me agarraba la policía, para convencerlos de que no intentaba robarle, sino emular a Leo Buscaglia, de quien seguramente, ninguno de ellos habría escuchado antes.

Luego, más calmado, decidí que volvería a intentarlo, pero dejando pasar un par de semanas, no sea cosa de que otra anciana, saliese corriendo al día siguiente y me buscasen como el "asalta abuelitas mañanero".

Para no alargar el relato, solo diré que con el paso del tiempo, durante el transcurso de un mes, y haciéndolo cada día, pude dominar mi miedo, distenderme y comunicarme con toda naturalidad, al decirle a la gente que paraba en la calle: - Disculpe, no me tome por un loco o atrevido, solo deseo regalarle estas rosas y desearle que hoy tenga el mejor de sus días!!!-.

Al practicarlo, llegó a ser algo natural en mí y noté que la actitud de la gente cambiaba, se dibujaban sonrisas inesperadas en sus rostros y se iban alegremente con su ramito de rosas, mirando hacia atrás de tanto en tanto, agradecidos por el regalo.

Pensé qué poca cosa había hecho y cuán bien se sentían las personas (y yo mismo) con ese poquitito, que nada me había costado, salvo el susto inicial y el enfrentar mi propio miedo.

Cada acto bondadoso que hacemos, cada sonrisa que regalamos, cada vez que decimos “te quiero” o damos un abrazo, estamos alegrando el día del otro. ¿No sería bueno hacer alguna de estas “Pequeñas Cosas” cada día?. ¿A quién de los que están cerca tuyo podés alegrar hoy?. ¿Lo intentamos juntos?.

*) Periodista (Universidad Nacional de la Matanza - Bs. As. - Argentina). Director de Seminarios e Institutos en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días para las sedes Morón, Quilmes y Merlo (todo en Bs. As.).

Docente y Profesor en religión para jóvenes de 14 a 30 años. Director del Programa de Becas Educativas (FPE) de la Iglesia en Instituto SEI Merlo. Coach y Orientador Educativo en el mismo Instituto.

Todo esto fue realizado desde 1986 a 2013. Coach de Vida y Facilitador de proyectos personales (Estudios con la Licenciada Graciela Sessarego - Venezuela).

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