Difícilmente algún economista logre explicar cómo una potencia económica mundial logra en sólo dos años, retroceder casi una década. El PIB de Brasil cayó 4.6% en el año 2016, el peor guarismo de los últimos 100 años. El originalmente aplaudido nuevo gobierno dirigido por Michel Temer y el PSDB, ha logrado el peor record económico de la historia brasileña.
La capacidad instalada ociosa en Brasil se encuentra en el 76%, la más baja desde 2003, en el inicio del Gobierno de Luis Ignacio Lula Da Silva del PT. La tasa de desempleo no para de subir, desde el 6.5% en 2014, superando ahora el 12,6%.
Luego del desastre de la caída del PIB ya mencionado, se espera para este año un magro 0.58% de crecimiento económico; una tasa menor a un rebote técnico.
El dólar cotiza en el entorno de los 3 reales; una apreciación de más del 28% en algo más de un año, reduciendo fuertemente la competitividad de la economía local.
Y este daño al sector productivo es el que fomenta el único indicador que mejora: la tasa de inflación. La misma ha caído de la mano de la apreciación cambiaria, una receta demasiado frecuente en esta parte del mundo, haciendo atractiva la especulación de corto plazo sobre altas tasas de interés en moneda local.
El déficit fiscal, lejos de mejorar con el nuevo gobierno, se sitúa en el 8.9% (más del doble del de Uruguay), y el primario en 2.5% (más del triple del nuestro). Aún considerando el ingreso por blanqueo de capitales (en medio de escándalos de corrupción que involucran a casi todo el arco político nacional, especialmente al Presidente y su equipo de Gobierno), los analistas entienden que de no votarse un ajuste fiscal por el lado de las pensiones, la deuda de Brasil se vuelve insostenible, y se ingresa en zona de riesgo de default.
Será difícil con este panorama, y la demostrada dificultad para dirigir los destinos económicos del país que ha evidenciado el actual gobierno brasileño, que la economía se reactive fuertemente este año.
Parece lógico pensar en el número que mencionan los analistas locales. Pues dependerá Brasil de que continúe el buen humor del resto del mundo para frenar su caída, que no haya cambios de comportamientos de los inversores externos, ya que las actuales autoridades han demostrado no estar a la altura de dirigir económicamente a una potencia mundial.
Mientras tanto, los propios empresarios comienzan a pensar que una vez más, su odiado Lula da Silva es el indicado para sacar a su país del caos económico, como lo habían hecho a comienzos de este siglo. Curiosamente, con una política económica que los propios empresarios dicen no compartir.
*) Es Master en Economía Financiera por la Univ. of London-SOAS, UK. Se desempeña actualmente como Profesor de Economía de la Universidad de la República (CURE-Maldonado) y de la Universidad Católica del Uruguay (Sede Punta del Este). Es asesor de inversiones financieras.