*) Psic. Manuel Froilán Zavala Ayala

En los últimos años, se ha hecho hincapié en la importancia de subrayar los aspectos cognitivos interpersonales en la descripción del carácter del delincuente juvenil, como una prometedora vía tanto para establecer eficaces programas de prevención como para elaborar modelos educacionales que permitan una eficaz reeducación.

Juntamente con ello, las mayorías de los estudios descriptivos de la carrera delictiva señalan una serie de factores individuales y biográficos que caracterizan al delincuente juvenil y que llevan a la conclusión de que el delincuente juvenil es una persona con un gran conjunto de deficiencias.

Es difícil establecer un perfil riguroso de los jóvenes delincuentes, pero sí se pueden apuntar una serie de características personales y del entorno que dadas en un mismo sujeto pueden hacerlo propenso a delinquir.

El delincuente juvenil suele empezar su actividad delictiva, generalmente, entre los 15 y 17 años. La mayoría no ha completado el nivel de escolaridad básico. Es muy probable que él y su grupo de amigos sean consumidores de alcohol y de drogas y que tenga relación con otros jóvenes que hayan tenido alguna conducta delictiva. El delincuente juvenil suele formar parte o bien de una familia numerosa o bien monoparental.

Entre las principales características del delincuente joven, se mencionan: Impulsivos, con afán de protagonismo, baja autoestima, agresivos, dificultad a nivel de habilidades sociales, escaso equilibrio emocional, familia desmembrada, faltos de afectividad, consumidores de drogas, frustrados y con fracasos escolares.

Según la opinión de Vega (1994), "Define a la familia como el primer espacio de socialización del niño, que ejerce gran influencia en los patrones conductuales y relacionales con el mundo que lo rodea. Por tanto cuando la familia no desarrolla un vínculo funcional protector, promotor y armónico, puede sobrevenir la inadaptación”.

Asimismo, opina que las características familiares más frecuentemente asociadas con la delincuencia son: La “antisocialidad” de los padres, supervisión y disciplina ineficaz, desavenencias y falta de armonía familiar, pobres relaciones entre padres e hijos, familias numerosas y marginación social.

Atendiendo a sus rasgos peculiares de personalidad o de índole psicosocial, se señala tres categorías tipológicas de los menores delincuentes:

Una primera categoría de jóvenes delincuentes vendría definida por rasgos de anormalidad patológica, fundamentalmente:

1.- Menores delincuentes por psicopatías: aquí el punto de referencia lo constituye la existencia de alguna de las formas de psicopatía, entendida como la patología integrada, conjuntamente, de la incapacidad de quien la padece de sentir o manifestar simpatía o alguna clase de calor humano para con el prójimo, en virtud de la cual se le utiliza y manipula en beneficio del propio interés, y de la habilidad para manifestarse con falsa sinceridad para hacer creer a sus víctimas que es inocente o que está profundamente arrepentido, y todo ello, para seguir manipulando y mintiendo.

Consecuencia de ello, es que el menor es incapaz de adaptarse a su contexto y actuar como tal, porque el trastorno de la personalidad que sufre, le impide inhibirse respecto de conductas o comportamientos contrarios a las normas.

El menor psicópata tiende a perpetrar actos antisociales según la orientación nuclear de la propia psicopatía, siendo de destacar en este sentido los actos que expresan frialdad y crueldad por parte del sujeto.

2.- Menores delincuentes por neurosis: la neurosis consiste en una grave perturbación del psiquismo de carácter sobrevenido y que se manifiesta en desórdenes de la conducta, pudiendo ser su origen muy diverso como fracasos, frustraciones, abandono o pérdida de seres muy queridos, etc.

Criminológicamente, el neurótico trata de hacer desaparecer la situación de angustia que sufre cometiendo delitos con el fin de obtener un castigo que le permita liberarse del sentimiento de culpabilidad que sobre él pesa, y esto es también válido para el menor neurótico, aunque sean muchos menos que los adultos.

3.- Menores delincuentes por auto referencias subliminadas de la realidad: aquí se incluyen los menores que, por la confluencia de predisposiciones psicobiológicas llegan a mezclar fantasía y juego de una forma tan intensa que empiezan a vivir fuera de la realidad. Es precisamente ese estado anómalo el que puede conducirlos a cometer actos antisociales.

La delincuencia juvenil es un problema real que no hay que minimizar y que no se resuelve bajando la edad de la imputabilidad porque es inherente a las sociedades en que vivimos, caracterizadas, entre otras cosas, por las desigualdades económicas y sociales.

La delincuencia juvenil es un problema con raíces económicas, sociales y culturales. Cualquier intento de resolverlo, requiere una fuerte y consciente organización y la participación de especialistas sensibilizados por el problema (educadores, psiquiatras, psicólogos, servicios sociales y juristas especializados, entre otros).

*) Licenciado en Psicología, especialidad Clínica (con Habilitación Profesional del MSP). Miembro Honorario en el Área de Negociación Antisecuestro (gerenciamiento de crisis) del Grupo Halcón de la Policía Argentina

Especializaciones en Suicidología: Red Mundial de Suicidiólogos (Representante Nacional hasta el año 2.008); Red Iberoamericana de Suicidiólogos (Argentina).

Miembro de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM), desde el 10 de agosto de 2016.

Ex - Miembro de la Sociedad Mexicana de Tanatología.

Libros publicados: “Suicidio Infanto-Juvenil” - Cómo reconocer las Señales de Advertencia (Editorial Arandura. Año 2006); “El Suicidio - Un grito silente (Imprenta Tradinco. Año 2017). Disertante en múltiples eventos en varios países.

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