*) Mag. José Luis Corbo

“En su forma actual, el fútbol nació hace más de un siglo. Nació hablando en inglés, y en inglés habla todavía, pero ahora se escucha resaltar el valor de un buen sponsor y las virtudes del marketing, con tanto fervor como antes se exaltaba el valor de un buen forward y las virtudes del dribling”. (Galeano, 1998)

Tanto el deporte como el juego y la gimnasia son objetos civilizatorios. Es decir que su génesis remite a sus rasgos de herramientas pensadas y utilizadas para alguna intención en particular. Las formas de esa herramienta están determinadas por su valor material de uso, es decir que entre varias del mismo estilo la más útil de ellas empieza de a poco a desplazar el resto.

Pongamos que si un grupo social determinado usaba una cuchilla para cortar árboles y otro grupo inventa el hacha, esta última va a terminar desplazando al cuchillo, al menos de ese uso particular.

Pará el caso del deporte moderno, las dos teorías más sólidas que describen su génesis lo piensan como herramienta. La teoría marxista de Jean Marie Brohm, por un lado, lo piensa al servicio de la reproducción de un modelo socio económico, mientras que la teoría figuracional de Norbert Elías lo describe como herramienta mimética para calmar el exceso de energía producto del fin de las guerras.

En la medida en que los deportes evolucionan, la diversidad de deportes llega a la diversidad de culturas. Es decir que los rasgos civilizatorios del objeto y su potencial utilidad lo reproducen indefinidamente. Cada deporte se instala en una cultura en particular y la supremacía de un deporte sobre otro se vinculará a su utilidad y estará determinada por su aproximación a su génesis civilizatoria.

Es decir que para comprender cuál es el deporte que cada cultura consume, hay que hurgar en sus rasgos civilizatorios y pensar en su utilidad histórica tanto como espacio mimético para los espectadores o como objeto funcional a una estructura de consumo y por tanto al sistema político económico que la sostiene.

Por lo tanto, la complementariedad de ambas teorías es en extremo ilustrativo para explicar el porqué del éxito mundial de algunos deportes por sobre otros. Para el caso del fútbol, está claro que es un reproductor mimético de las emociones de la vida real que para el caso no son reales y que por tanto se disfrutan, esencialmente en los espectadores, o se sufren muchas veces para los jugadores.

La gente está dispuesta a llorar tanto como en el cine y aún más, a gritar y a agredir mucho más de lo que se grita y agrede fuera de la cancha porque, como manifiesta Elías, el estadio habilita lo que la calle reprime. Adorno le imprimirá una lógica marxista y lo describiría como la representación dialéctica de un mundo que pretende ser lo opuesto a lo que realmente es, lo libre esconde el pensar colectivo y por tanto no pensado.

Del mismo modo, su potencial como objeto de consumo lo transforma en una de las mayores mercancías que la propaganda nos ofrece a la vez que en el vehículo para vendernos otros productos. Su funcionalidad al sistema es incuestionable y su potencial de expansión en las lógicas del mercado no tiene límites. Los productos que en la primera mitad del siglo XX nos vendían los actores, hoy los venden los deportistas.

 

*) Licenciado en Educación Física. Magister en Didáctica de la Educación Superior. Posgrado en Didáctica de la Educación Superior. Actual Director Coordinador de Educación Física de CEIP Maldonado.

Integrante de la línea "La Educación Física y su Enseñanza" adscripta al grupo “Políticas Educativas y Formación Docente. Educación Física y Prácticas Educativas”.

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