Escenas de honda congoja y recogimiento se vivieron la mañana de este sábado 18 de enero, cuando su familia, algunos amigos y guardavidas participaron en el esparcimiento de las cenizas, a la misma hora y en el mismo lugar donde el 1° de enero de este año, el argentino de 30 años ingresó a rescatar a una joven y pereció ahogado.
En las primeras horas de la mañana de este sábado 18 de enero, un hecho muy emotivo y sin antecedentes se vivió en la costa de Punta del Este, a la altura de El Emir, donde el 1° de enero pereciera ahogado Franco Adrián Toro, el argentino de 30 años oriundo de Bahía Blanca que se encontraba haciendo la temporada en la zona.
La madre de Franco, sus hermanas, su novia, algunos amigos y varios guardavidas (entre ellos Diego González que encontró su cuerpo varios días después), fueron al lugar y arrojaron al mar sus cenizas. Fue a la misma hora y exactamente en el mismo lugar donde pereciera la mañana del miércoles 1° de enero.
Largo periplo
El guardavidas Diego González, barría toda el área de la desaparición en una moto de agua, a unos 1.000 metros de la playa La Olla (Parada 3 de la rambla Lorenzo Batlle Pacheco de Punta del Este), cuando divisó poco antes del mediodía del domingo 5 de enero, un cuerpo flotando, de lo que dio cuenta vía radial en forma inmediata.
En minutos, salieron hacia el punto indicado más guardavidas a bordo de otra moto de agua quienes confirmaron que se trataba del cuerpo de Franco Adrián Toro, por lo que se implementó un rápido operativo para rescatarlo y trasladarlo al puerto de Punta del Este en una unidad de Prefectura.
Datos extraoficiales indicaron que el cuerpo del infortunado argentino efectivamente habría quedado atrapado en la zona de la desaparición -en las rocas o en los restos de un barco hundido-, y que el fuerte viento de aquellos días logró liberarlo y derivarlo aguas afuera aunque afortunadamente pudo ser visto antes de perderse en el océano.
Franco Adrián Toro, el miércoles 1° de enero muy temprano a la mañana, fue a la costa de Punta del Este junto a amigos, a la zona ubicada entre playa El Emir y la escultura de Los Dedos, muy peligrosa y con un área rocosa que solo frecuentan conocedores como los surfistas que pueden verse todo el año corriendo olas allí.
Esa mañana, poco después de la hora 7.00, el reconocido reportero gráfico Ricardo “Chango” Figueredo, se encontraba recorriendo la costa de Punta del Este, registrando las imágenes de la primera mañana del nuevo año, cuando en la zona de rocas junto a la playa El Emir, vio a dos chicas en el agua, aparentemente en problemas.
No dudó en intentar comunicarse con el 9-1-1 de la Policía, pero terminó haciéndolo con la Prefectura del puerto de Punta del Este a través de un teléfono más directo que tiene entre sus contactos. Contó lo que veía y pidió apoyo porque percibió que la situación de las jóvenes era compleja en una zona muy peligrosa.
Fue en ese interín que dos jóvenes -uno de ellos Franco Adrián Toro- se lanzaron al agua, así como otro argentino con formación como guardavidas que pasaba por el lugar. Una de las chicas salió por sus propios medios, así como el guardavidas argentino, mientras que la otra joven y uno de los hombres fueron auxiliados por personal de Prefectura.
Quien nunca más fue visto en la superficie del mar fue Franco Adrián Toro, quien, se presume fue “chupado” por las conocidas y peligrosas corrientes de retorno, que son imperceptibles a la vista, pero ejercen una gran fuerza y suelen desgastar a quien es atrapado e intenta salir de ellas en lugar de dejarse llevar.
Franco Adrián Toro, había llegado a Punta del Este junto a su novia Georgina -también tatuadora y trabajando como moza en la península-, para hacer “la temporada”. Según medios argentinos, el objetivo de la pareja era “juntar dinero” para sacar pasajes y viajar a Europa cuando termine el verano en esta región.
La zona de la desaparición es compleja, no está habilitada para baños, pero además de las temidas “corrientes de retorno”, se encuentran muy cerca de la costa los restos del buque “Santa María de Luján” que quedó varado en las rocas cargado con madera procedente de Brasil, el 21 de julio del lejano año 1965.
Entre los restos se encuentra la caldera del barco, un espacio de importantes dimensiones donde se acumulan restos de redes y otros elementos. A ese lugar es al que no pudieron acceder los buzos tácticos de la Armada que estuvieron a la orden en Punta del Este para cuando las condiciones del mar mejoraran.
(Foto: Marcelo Umpiérrez | X)