"En efecto, no sólo se trataba de que los alumnos desarrollaran cualidades propias de dirigentes como coraje, virilidad, liderazgo, espíritu de equipo, que tienen una función y un significado muy diferente para los hijos de la aristocracia y de la alta burguesía, que para los hijos de los agricultores o tenderos. También se trataba de que adquirieran maneras y formas de conducta propias de su clase, como el rol de la distancia que da lugar a una actitud a mantener en todos, los papeles para los que los futuros líderes fueron designados.” (Velázquez Buendía, R. 2001)
Para hablar del deporte como lo conocemos hoy, en sus múltiples formas, es preciso remitirse a los juegos populares de la Inglaterra del siglo XIX, al punto de visualizarlo como la expresión perfeccionista de aquellos modelos originales, en base a artesanales reglamentos con fondos ideológicos, que los constituyen y potencian en el resto de Europa y, posteriormente, en el mundo globalizado.
La expresión libre y autónoma de aquellos juegos, cedería terreno ante el orden y el disciplinamiento que proponía el deporte como actividad pensada para un determinado sector social y manipulada al servicio de la reproducción de ciertas estructuras hegemónicas de poder.
De igual forma y como parte del mismo proceso, los deportes ingresan a las escuelas públicas inglesas, espacio educativo selecto de la aristocracia y burguesía inglesa, como aparato válido de manipulación y adoctrinamiento, orientado a calmar el jolgorio y limitar los excesos de los jóvenes, a la vez que reducir su potencial revolucionario.
En esa línea, y como parte de un proceso común, los reglamentos se universalizan como eje constitutivo esencial, reproduciendo en su lógica interna, las mismas condiciones que esa clase social consideraba indispensable promover. Ese ingreso al diseño curricular de aquellos tiempos, y su potencial reproductor del orden social de esa Inglaterra y de quienes accedían a las políticas educativas de la época, adjudican al deporte de hoy, un valor educativo intrínseco que deberá repensarse al momento de ingresar a diseños curriculares que propongan la construcción de sujetos libres y autónomos.
Pensemos por un momento en dos conceptos claves para analizar esta propuesta. Tomamos por un lado la idea de enseñanza en la línea de Fenstermacher (1989), como eso compromiso entre dos o más sujetos en el cual uno de ellos posee cierto conocimiento del que el otro carece y se articulan en una acción con el fin, el primero de transferirlo y el segundo de recibirlo y posteriormente construirlo en clave de sujeto históricamente situado.
Por otro lado, y aludiendo a la antinomia de Bruner (1997), pensemos en la educación como esa acción promovida con el fin de integrar a un sujeto a una cultura para su interpretación y transformación, a la vez que desarrollar al máximo sus potencialidades específicas.
En función de lo anteriormente explicitado, parece imprescindible cuando enseñamos, pensar en los rasgos educativos de dicha enseñanza y, por tanto, posicionarnos como docentes abocados a la formación de sujetos críticos capaces de utilizar lo aprendido para no solamente entender el mundo que habita sino también construirlo.
No existe objeto de enseñanza que posea una validez educativa intrínseca que le adjudique potencial de enseñable por el único y excluyente hecho de ser lo que es. Sea cual sea el objeto de enseñanza, debemos aludir a la validez que le adjudique su propia construcción social, cultural e histórica, que lo potencie de tal forma que su significación aporte para la construcción de la ciudadanía.
Partiendo de esta última afirmación, podríamos decir que lo propio aplica al deporte como construcción cultural. La enseñanza del Deporte, aún en sus diversas mutaciones metodológicas, se asocia con más facilidad a la automatización de conductas que a la liberación de los sujetos.
Pensar en el deporte en un contexto educativo, implica un desafío mucho mayor que el de simplemente enseñarlo. Implica formar sujetos con el potencial crítico para transformarlo en un producto cultural querible y creíble, valioso de disfrutar y válido en cuanto a su potencial socializador siempre que sea pensado desde la igualdad de condiciones que propicien su práctica para todos y cada uno de los sujetos independientemente de las realidades particulares.
*) Licenciado en Educación Física (ISEF Udelar). Entrenador de fútbol (ISEF-Udelar). Actualmente cursando la Maestría en Didáctica de la Educación Superior (Centro Latinoamericano de Economía Humana).
Director coordinador de Educación Física, del Consejo de Educación Inicial y Primaria/Administración Nacional de Educación Pública. Maldonado-Uruguay.
(ANEP/CEIP). Integrante de la línea “Políticas Educativas y Formación Docente.
Educación Física y Prácticas Educativas”, adscripta al grupo de investigación sobre La Educación Física y su Enseñanza.