A mediados del año 2017, los investigadores Gabriel Oyhantcabal y Martín Sanguinetti, publicaron en la revista Problemas del Desarrollo un estudio sobre la evolución y distribución del valor agregado del agro uruguayo en el período 2000-2015.
Mencionan en dicho estudio académico, que el PIB del agro aumentó 42.5% en términos constantes, o sea, sin considerar el efecto precios, hasta 2013; para luego estancarse y descender en los años 2014 y 2015, coincidente con el fin de la euforia mundial por las commodities.
Son los años que reflejan un estancamiento (con tendencia a la baja) de nuestras exportaciones, las cuales vuelven a recuperarse un 9.2%, a valores corrientes en el año 2017.
La distribución entre los sectores sociales participantes en el proceso de generación de valor agregado rural marca que quienes más crecieron en el reparto de la torta han sido los terratenientes (reciben renta del suelo), quienes pasaron de apropiarse del 8% del total del valor al 16%, mientras que los capitalistas (reciben ganancias) redujeron su trozo de la torta de valor del 61% al 50%. El Estado se mantuvo en el período en el 7%, según este estudio.
Finalmente los trabajadores llegaron a alcanzar el 18% del valor generado en el período; sin embargo destaca el estudio que al final del período llegan a quedarse con el 24%, fruto del estancamiento de los valores a costa de los capitalistas. Es de subrayar, que los porcentajes implican en todos los casos mayores valores absolutos, fruto del crecimiento del PIB mencionado anteriormente.
En pocas palabras, los trabajadores se apropian de casi la mitad del valor agregado de los capitalistas, y a su vez éstos han perdido participación en manos de los primeros y de los terratenientes. Está claro que el período de estancamiento de valores ha hecho que los costos fijos (renta, salarios) o ajustados por variables nominales, terminen sopesando más que en momentos de alza.
No se comprenderían los reclamos actuales de productores rurales sea contra el Estado, que como se ve, es el capturador menor del valor agregado, y que bien o mal genera servicios como contrapartida. Esto es lo que da a pensar que la movida es de tinte político.
Por otro lado, resulta muchas veces incomprensible que un sector que ha aumentado su producto en 42.5%, se moleste con el partido político en cuyos gobiernos se ha vivido un auge sin precedentes.
Desde el punto de vista de la economía del comportamiento, el razonamiento viene dado por la “hipótesis de la experiencia extendida”, quienes más ricos son, menos les resulta placentero el consumo corriente; extrapolando, los capitalistas rurales ya no aprecian aquella renta que les resultaba más que adecuada cuando su maquinaria se encontraba prendada o sus ganancias afectadas por préstamos impagables.
Los términos de la discusión no hacen más que uruguayizar el tema, de modo que algunos componentes que verdaderamente deberían atacarse, como el retraso cambiario, terminen siendo desestimados por el Estado y los productores.
Quizá tengamos que esperar a un shock fuerte para que las dos partes del conflicto comprendan y definan cuál es la visión a largo plazo del agro de Uruguay, que seguramente no será un “País libre de aftosa sin vacunación” para rememorar el año 2000.
*) Es Master en Economía Financiera por la Univ. of London-SOAS, UK. Se desempeña actualmente como Profesor de Economía de la Universidad de la República (CURE-Maldonado) y de la Universidad Católica del Uruguay (Sede Punta del Este). Es asesor de inversiones financieras.