“…and if the clouds burst, thunder in your ears
you shout, and no one seems to hear
and if the band you're in, starts playing different tunes
I’ll see you on the dark side of the moon”
(Waters, R., 1973)
Entre los diversos dilemas a los que nos enfrentamos a diario y sobre los cuales solemos expresarnos, banalidades absurdas que repetimos desconociendo el sentido, hoy tenemos la sana costumbre de definir mal o bien a los sujetos por su carácter de “prácticos”.
Parece ser que, en el común de nuestras relaciones sociales, deambula la idea que quien posea este atributo, deberá ser venerado por su potencial ejecutor y su capacidad resolutiva en los múltiples espacios en que se relaciona.
Intentando reflexionar sobre de qué hablamos cuando hablamos de práctica, realizaremos un breve análisis, partiendo de nuestra idea en carácter de construcción cultural, y comenzando con la problematización del propio concepto.
La idea de práctico en la enseñanza nace como alternativa a las estructuras técnicas que configuraron los modelos didácticos tradicionales. De esta manera, pensarse y actuar de forma práctica, desplazaba a los docentes desde la monotonía apática de repetir recetas y memorizar saberes, a la dinámica desafiante de repensar la enseñanza y construir conocimiento.
En otras palabras, el docente práctico, analizaba su enseñanza y, en función de las relaciones lógicas que se sucedían en el propio recorrido, sostenía esa práctica al ejercicio de la reconfiguración, de forma de corregir el propio proceso. Es decir, analizaba lógicamente para reformular en función de los resultados evaluados.
Conceptualmente, estos procesos se vinculan al origen de la investigación-acción, a la fenomenología, sin ser la intención de estos nuevos modelos, el liberar al docente en cuanto a la acción transformadora vinculada sí, a los modelos críticos.
Durante mucho tiempo, e inclusive hoy en día, los modelos prácticos caen en una suerte de vicios que los invalidan de forma endógena. Si bien destacamos en la acción práctica una intención de reflexión sobre la propia acción de enseñar, y validamos su distanciamiento del tecnicismo, sabemos también que difícilmente alcanzará con validar prácticas sociales en base a la intención única de establecer relaciones lógicas.
Quien de forma sistemática apela a los modelos prácticos, cae en el inevitable abismo de sostenerse entre lo fenomenológico y lo autorreferencial. Dicho de otro modo, quien asume que si A es igual a B y B es igual a C, A es igual a C, seguramente asuma también que, lo que le sucedió a él, es lógicamente transferible a situaciones de similares características.
Tomemos como ejemplo lo que sucede en el ámbito de la Educación Física para profundizar aún más en el tema. Entremos en el eterno dilema teoría versus práctica. Generalmente los docentes con mayor experiencia en la enseñanza emiten juicios de valor sobre quienes recurren de forma habitual a referentes teóricos del área, con la intención de reconstruir sus ideas teóricas, buscando saberes que sostengan sus prácticas.
Estos últimos son tildados de teóricos y se los señala alejados de la práctica y, por ende, de lo práctico. Lo que sucede es que los que juzgan estas formas, generalmente son prácticos, fenomenológicos en el sentido real, en el que define la propia teoría, siendo también muchas veces y sin intención de generalizar, autorreferenciales: “lo que para mi funciona, funciona para todos, y lo que yo hago es lo mejor”.
Los segundos, los que problematizan la práctica construyendo y aportando a la producción de saberes y a la construcción y reconstrucción del conocimiento, son los que operan críticamente. Agregamos en el último ejemplo que quienes se jactan de ser prácticos y no precisar de la teoría, deberían tener presente que detrás de toda práctica subyace dialécticamente una teoría.
Podríamos decir en la escuela, que quienes enseñan a todos por igual y de forma memorística, asumen que todos aprenden de la misma forma y que hay un único saber válido que es el producido en la academia: esa es la teoría que subyace su práctica.
De igual manera y llevado al ámbito social, quien discrimina y reniega de la libertad de expresión, defiende -tal vez sin asumirlo y desde su calidad de sujeto histórico-, la represión y la intolerancia, producto de una construcción teórica que en algún momento adquirió.
Quienes reniegan de los críticos asumen como válida la sumisión y el control, así como la reproducción de las condiciones sociales de desigualdad y la injusticia social. No hay forma de pensar que no existe una construcción teórica que sostenga mis acciones.
En dicho sentido y desde nuestro lugar, apelamos a la necesidad de sostener nuestras acciones al análisis y la reflexión permanente, buscando validar moralmente toda acción pensada para la búsqueda de sujetos capaces no solo de interpretar, sino también de transformar, y apelando al impulso que nos ofrece la necesaria utopía del proyecto social por el cual trabajamos.
*) Licenciado en Educación Física (ISEF Udelar). Entrenador de fútbol (ISEF-Udelar). Actualmente cursando la Maestría en Didáctica de la Educación Superior (Centro Latinoamericano de Economía Humana).
Director coordinador de Educación Física, del Consejo de Educación Inicial y Primaria/Administración Nacional de Educación Pública. Maldonado-Uruguay.
(ANEP/CEIP). Integrante de la línea “Políticas Educativas y Formación Docente.
Educación Física y Prácticas Educativas”, adscripta al grupo de investigación sobre La Educación Física y su Enseñanza.