Durante varios meses hemos estado hablando de la inconsistencia de un plan económico argentino, basado en el endeudamiento como método de solución a ciertos desequilibrios macroeconómicos. El endeudamiento público (y también privado) no es malo en sí mismo, pero de la forma en que se lo utiliza en estas latitudes, resulta extraño encontrar ejemplos de su bondad.
Argentina se endeudó agresivamente y a tasas muy altas. Al momento de hacerlo, el relato era reiterado por casi todos los medios periodísticos: ante la incapacidad de solucionar los desequilibrios estructurales se echaba la culpa a la “pesada herencia”; quienes criticábamos la política de endeudamiento por sus efectos en el largo plazo (los de hoy), éramos tildados de opositores al “cambio”; sólo se observaba el déficit fiscal primario, evitando así reconocer el peso que tendría el pago de intereses de la deuda contraída; a excepción de alguna propuesta del Frente Renovador, nunca hubo una sola idea reactivadora de la producción nacional, pues la “lluvia de inversiones” vendría sola; y podríamos seguir, pero estaba claro que la culpa la tenía otro.
No es necesario ir muy lejos para encontrar el mismo relato: la deuda externa pública uruguaya, publicada por el BCU, pasó de Usd 9558 millones en el año 2003, hasta los Usd 17831 millones a diciembre de 2017. Dicho incremento del endeudamiento vino a financiar déficits fiscales, provocando a su vez pagos de intereses a futuro que dificultan luego el cumplimiento de diversas metas.
Hoy por hoy, el déficit global de nuestro país asciende a 3.7% del PIB, un dato para nada despreciable. El punto es que casi su totalidad corresponde a pago de intereses de deuda pública, exactamente el 3.3% del PIB. Mientras la Educación solicita el 6%+1% del PIB, los tenedores de deuda pública obtienen casi la mitad del mismo sin hacer reclamo alguno. Es que estamos pagando el costo de habernos endeudado oportunamente, será el Gobierno que se endeudó quién deba explicar si el “beneficio” de aquel endeudamiento era mayor al “beneficio” actual al que se debe renunciar.
Por estas latitudes, las expresiones de autoridades de la Intendencia de Maldonado frente a la solicitud de endeudamiento es la misma que vemos en los actores argentinos. El relato es el mismo: se considera un éxito que haya bancos e instituciones financieras oferentes y que ello demuestra la confianza en la gestión municipal (en Argentina se hablaba de la confianza del resto del mundo en el cambio que propiciaba el nuevo gobierno), como si las instituciones financieras les importara en algo que el tránsito en Maldonado esté mejor (o peor), o si hubiese obras importantes (o no). Nadie habla de los intereses que habrá que pagar (y lo que se renunciará a cambio), ni de la fragilidad a futuro del endeudamiento, ni del análisis económico realizado previo a la solicitud de la deuda.
El relato es siempre el mismo: “el endeudamiento ha sido un éxito”. Pues, solo ver el ejemplo argentino exime de comentarios. Será un “éxito” mientras alguien nos preste por nuestra incapacidad de desarrollar la economía local o nacional. El día que cambien los vientos de préstamos, dejará de ser un “éxito”, y volveremos a rebajas salariales o ajustes violentos, como los que veremos en los próximos meses en Argentina, al fin y al cabo, el relato es siempre el mismo, y también tiene los mismos finales.
*) Es Master en Economía Financiera por la Univ. of London-SOAS, UK. Se desempeña actualmente como Profesor de Economía de la Universidad de la República (CURE-Maldonado) y de la Universidad Católica del Uruguay (Sede Punta del Este). Es asesor de inversiones financieras.