*) Ec. Pablo Broder

Pasaron las elecciones con un resultado conocido pero no menos apabullante. Y entre las múltiples notas a rescatar, resuena la frase del presidente Fernández en la noche del comicio, al decir “Algo no habremos hecho bien”.

Habría que corregir ese “algo” por “mucho o casi todo”.

En ese contexto, la ciudadanía se pronunció.

Si bien la magnitud de la victoria opositora fue sorpresiva, podía haber sido augurado, entre otros factores, por el PBI en niveles del año 2002, inflación sin coto, pobreza extendida, miles de pymes y comercios quebrados, cuarentena más larga del mundo, creciente desempleo, educación clausurada, estampida del dólar, inseguridad creciente.

Por su parte, la sociedad, a pesar de su agobio y descreimiento, desempeñó un rol fundamental al poner límite al avasallamiento institucional a través del voto.

Quizás, el resultado del domingo 12 de setiembre pudiera ser el principio del fin de una era casi trágica, al dar por tierra con el mito de que el peronismo unido sea invencible.

El oficialismo hizo gala de sus atributos habituales: triunfalismo, festejos anticipados, comunicadores adelantando ilusorios resultados favorables.

En tanto la oposición triunfante, unida en una rigurosa contienda interna, pudo hacer gala de un gran logro, evidenciando su capacidad de competir democráticamente, al haber podido integrar su diversidad, en base a un núcleo de coincidencias básicas, acentuando la preservación de su unidad, señal que podría reafirmar la posibilidad de un cambio estructural en la cultura política del país.

Pasadas las elecciones, y frente a la evidencia de la catástrofe oficialista, transcurrió una bochornosa semana, que lamentablemente encubrió los ecos y la significación del resultado electoral, histórico también por su sorpresiva magnitud, al asistir a un impúdico ir y venir de renuncias anunciadas y no efectivizadas, rumores,

desmentidas varias, hasta la culminación en mensajes cuidadosamente elaborados de una diputada de la nación agraviantes para la investidura presidencial, y la casi simultánea carta de la vicepresidente enrostrando las falencias gubernamentales, admitiendo públicamente la marcha del país a la deriva, al par de eludir su propia

responsabilidad.

Ambos, mensaje y carta, expresión de intento de golpe a las instituciones.

La población, en tanto, asiste al proceso, con una fuerte sensación de desesperanza y orfandad, frente al atropello auto golpista.

En este marco se torna imprescindible la firme y sonora presencia de las fuerzas opositoras, ahora unificada su representación mayoritaria a partir de las elecciones primarias.

Correcto de inicio su silencio expectante, frente al espectáculo de la lucha interna en el oficialismo.

Empero no debe repetir el error cometido al asumir en el año 2015 al silenciar el inventario del estado de la Nación.

Debe más temprano que tarde denunciar con toda firmeza el agobiante proceso que se está viviendo, en todos sus órdenes, y hacer renacer en la población la esperanza de un futuro mejor, tal como se pudo vislumbrar a partir del resultado electoral último, denunciando la esencia antidemocrática del oficialismo y la ausencia de un rumbo para la salida a la crítica situación del país.

En todas las formas posibles, y en cada provincia, ciudad o pueblo, se deben hacer oír voces proclamando que los resultados del 12 de setiembre puedan ratificarse y aun incrementar, a partir de una presencia masiva de argentinos que deseen vivir en paz, en un país en orden, democracia, vigencia institucional, más allá de discursos demagógicos y de prebendas momentáneas, impulsando el crecimiento genuino de la economía a partir de la imprescindible inversión privada, empleo efectivo y no planes prebendarios, integrados al mundo y en especial con nuestros socios latinoamericanos, haciendo profesión de fe en la defensa plena de la democracia y la vigencia de los derechos humanos.

Ese ideario debería ser ratificado.

 

*) Es Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, habiendo realizado cursos de especialización en Economía Moderna en la Universidad Federico Santa María (Valparaíso, Chile).

Fue profesor y miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires; y profesor (en la carrera de postgrado) y director del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad de la Cuenca del Plata, Corrientes. Argentina.

Presidió la Fundación de la Facultad de Ciencias Económicas, fue miembro del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Capital Federal, y secretario general de la Sociedad Internacional para el Desarrollo en Argentina.

Fue secretario de Programación Económica del “Gabinete de la Oposición” de la Unión Cívica Radical (Comité Nacional). Ha sido el introductor en la Argentina del programa Grameen, siendo a su vez presidente de la Fundación Grameen Argentina y representante honorario para la Argentina y el Paraguay del Profesor Muhammad Yunus, creador del Grameen Bank (el Banco de los Pobres) en el mundo.

Expositor en diversos congresos, nacionales e internacionales, columnista en medios gráficos, radiales y televisivos, es autor de numerosos artículos.

Sus libros: “Fundamentos de la Economía”; “Desarrollo y Estancamiento en el Proceso Económico Argentino”; “La Argentina y el Mundo”; “La convertibilidad en crisis”; “La Argentina de la posconvertibilidad”; “Dos años en la era K”; “Mitos y realidades en la era K” y “El ocaso de la era K”.

Desarrolla su actividad en el ámbito público y privado, como director y asesor de gobiernos locales, empresas e instituciones.

 

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