*) Ec. Pablo Broder
Shakespeare decía en su admirable Hamlet: “Algo huele mal en Dinamarca”.
Sin osar intentar rozar la imagen del genial escritor, se podría decir, ampliándolo, que “mucho más que algo, huele mal, en la Argentina”, como por ejemplo:
- Eternas penurias económicas;
- Inacción legislativa a partir de un Congreso sino inmovilizado, operando solamente a partir de los caprichos de la Vicepresidente de la Nación -aherrojando, por ejemplo, la designación de una cuantiosa cantidad de pliegos para el poder Judicial;
- Dislates en la Justicia, con juicios interminables (en muchos casos, precisamente por carencia de magistrados esperando su designación);
- Agresión a la actividad y propiedad privada;
- Legislación deteriorante de los mecanismos de seguridad social con fines circunstancialmente electorales;
- Aislamiento internacional a través de política exterior errática o proclive a régimen autocráticos;
- Práctica inacción del Poder Ejecutivo, poblado de numerosos ministerios cuyo objeto o actividad aún no se ha demostrado en la práctica.
Por su parte, se ha profundizado un clima de violencia verbal a partir del oficialismo gobernante, ya sea en sus cargos, como desde el llano, manifestado en las permanentes movilizaciones de protesta, casi diarias, que a la par de imposibilitar la pacífica vida de la población, se pueblan de consignas no solo reivindicatorias, sino también con expresiones de agresión verbal.
Es en este contexto, donde cabría una pregunta filosófico/teológica:
Si Dios existiera, cosa que está fuera del alcance humano afirmarla o negarla, los argentinos se (nos) están portando muy mal en su tránsito por esta vida, por lo cual ¿podrían ser merecedores de algún castigo terrenal (o divino), por el hecho de vivir en un clima impregnado de incapacidad, agresión, falsedades y violencia?
Aspectos estos que vienen a cuento por el reciente desgraciado intento contra la Vicepresidente, afortunadamente no consumado, a manos, de un aparente fanático extremista:
- Incapacidad, manifestada por el ejército de casi una centena de guardaespaldas (para que están?) que no la han protegido adecuadamente;
- Tampoco por los cuerpos de seguridad nacional, que han permitido que la Vicepresidente se apretuje contra centenares de manifestantes, alguno de los cuales, podría ser una potencial amenaza;
- Agresión, a partir de las manifestaciones provenientes del oficialismo, tanto en sus máximos representantes como en el llano, en la estigmatización del Poder Judicial, de la oposición o de los medios no adictos, tal como lo hizo el propio Presidente de la Nación en su último mensaje, invocándolos como cultores del odio, casi como una forma implícita de incitación a los desmanes.
- Clima de violencia, no sólo en las turbas callejeras, sino en acólitos de mayor o menor rango, con apelación a generar la imagen de enemigos en todos aquellos que no comulgan con el ideario oficialista.
Sería posible imaginar que quizás, por un capricho del destino (o divino), aquellas “virtudes” enumeradas en el anterior párrafo, podrían propiciar, por ejemplo, la aparición de un extremista en un intento casi suicida, tal como efectivamente ha ocurrido.
Afortunadamente no se ha consumado. El país puede respirar por el momento. No obstante, tal como el genio de Stratford Upon Avon decía, el clima imperante en la Argentina huele no demasiado bien, al igual que en su Dinamarca imaginaria.
Y resulta altamente preocupante. Las movilizaciones callejeras, la ocupación de los espacios públicos y las permanentes diatribas no resultan buenas consejeras en el camino de lograr una convivencia exenta de estos lamentables episodios, como el perpetrado en contra de la Vicepresidente.
Reside fundamentalmente en las autoridades máximas, intentar generar un clima de mayor pacificación. De lo contrario, se estaría exponiendo a la Nación a coexistir con violencia cada vez más exacerbada.
Y potencialmente incontrolable.
*) Es Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, habiendo realizado cursos de especialización en Economía Moderna en la Universidad Federico Santa María (Valparaíso, Chile).
Fue profesor y miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires; y profesor (en la carrera de postgrado) y director del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad de la Cuenca del Plata, Corrientes. Argentina.
Presidió la Fundación de la Facultad de Ciencias Económicas, fue miembro del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Capital Federal, y Secretario General de la Sociedad Internacional para el Desarrollo en Argentina.
Fue Secretario de Programación Económica del “Gabinete de la Oposición” de la Unión Cívica Radical (Comité Nacional). Ha sido el introductor en la Argentina del programa Grameen, siendo a su vez presidente de la Fundación Grameen Argentina y representante honorario para la Argentina y el Paraguay del Profesor Muhammad Yunus, creador del Grameen Bank (el Banco de los Pobres) en el mundo.
Expositor en diversos congresos, nacionales e internacionales, columnista en medios gráficos, radiales y televisivos, es autor de numerosos artículos.
Sus libros: “Fundamentos de la Economía”; “Desarrollo y Estancamiento en el Proceso Económico Argentino”; “La Argentina y el Mundo”; “La convertibilidad en crisis”; “La Argentina de la posconvertibilidad”; “Dos años en la era K”; “Mitos y realidades en la era K” y “El ocaso de la era K”.
Desarrolla su actividad en el ámbito público y privado, como director y asesor de gobiernos locales, empresas e instituciones.