*) Ec. Pablo Broder

El 5 de setiembre se cumplieron 1.000 días del presente, y es de esperar, último gobierno populista en su actual versión K.

En el análisis de esta etapa, empero, resulta desaconsejable circunscribirse a la misma, sin tener en cuenta el profundo daño que el populismo en sus distintas versiones y a lo largo de más de siete décadas, sea peronismo, menemismo, o kirchnerismo, le ha infringido al cuerpo institucional de la república.

Desde el imperio de la razón de la fuerza, el uso abusivo de las mayorías circunstanciales, el desprecio hacia las instituciones de la República, aluvión comunicacional partidario a partir de los medios, directos o cómplices del Estado nacional, políticas prebendarias, agresión a la actividad y propiedad privada (a excepción de breves lapsos de institucionalidad), legislación deterioriante de los mecanismos de seguridad social con fines circunstancialmente electorales, intentos permanentes de manipulación de la Justicia, aislamiento internacional a través de política exterior errática o proclive a régimen autocrático, constituyen algunos de los trazos que en común ostenta el paso de estos regímenes, potenciados por el lamentable actual período gubernamental que ha cumplido sus 1.000 días en el ejercicio del poder.

Como ejemplo, baste mencionar la desgraciada política previsional que ha llevado al sistema jubilatorio a su quiebra más absoluta, la manipulación del sistema impositivo generando en algunos casos, exacciones agobiantes para la actividad privada, el manoseo de tarifas de servicios públicos generadores, como en la actualidad, de una importante parte del déficit fiscal, que conlleva inevitablemente al proceso inflacionario más profundo de las últimas décadas, ataques sistemáticos al poder judicial, inmovilización de la legislatura nacional, a partir de sus ocasionales mayorías, o el uso político prebendario de los sistemas de acción social con revestimiento claramente partidario.

Resulta insoslayable el daño producido por la eterna cuarentena, casi única en el mundo, que disfrazaba la carencia de plan alguno para dirigir los destinos del país, la desgraciada gestión del proceso vacunatorio, privilegiando una vacuna, actualmente en retirada, a despecho de haber desechado por prejuicios ideológicos, contar con más de una decena de millones de dosis de la aquella más aplicada en el mundo (por haber sido uno de los países participantes en los procesos iniciales de desarrollo de la misma).

A su vez, los vergonzosos episodios del denominado Vacunagate, privilegiando con obscenidad, a personeros del régimen para su vacunación a domicilio, en épocas donde el proceso vacunatorio distaba de estar completo, lo mismo que el triste espectáculo del llamado Olivosgate, con una celebración numerosa en plena residencia presidencial, en épocas donde los traslados y las reuniones eran restringidas en momentos críticos durante la pandemia.

Aspectos estos que tienen lugar en el marco de un gobierno aparentemente bicéfalo, pero que en la realidad, tal como ha quedado demostrado en la actualidad, supone una abdicación de la figura presidencial, reducida a meros y escasos actos protocolares.

Colofón de este proceso, lo constituye el alegato fiscal, en el juicio que se le sigue a la vicepresidente en ejercicio, histórico independientemente del curso que el proceso pueda detentar, y cuya contundencia ya pertenece a la historia de los procesos anticorrupción, evocando al Manipulite italiano, o al Lavajato brasileño.

Lamentablemente, en este escenario, frente al cual la mayoría democrática de la población espera, angustiada, un cambio, la oposición dista de responder con madurez y generosidad, pugnando, con penosa anticipación, por posicionamientos personales.

Quien esto reflexiona, hubiera preferido describir un mejor cuadro. No resulta posible.

Cabe esperar, no obstante, que las fuerzas democráticas reaccionen y se posicionen con la altura que la circunstancia límite del país está exigiendo, en el entendimiento que es imposible pedirle al actual oficialismo un mejor accionar, pues como el escorpión de la fábula, no está en su naturaleza.

*) Es Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, habiendo realizado cursos de especialización en Economía Moderna en la Universidad Federico Santa María (Valparaíso, Chile).

Fue profesor y miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires; y profesor (en la carrera de postgrado) y director del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad de la Cuenca del Plata, Corrientes. Argentina.

Presidió la Fundación de la Facultad de Ciencias Económicas, fue miembro del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Capital Federal, y Secretario General de la Sociedad Internacional para el Desarrollo en Argentina.

Fue Secretario de Programación Económica del “Gabinete de la Oposición” de la Unión Cívica Radical (Comité Nacional). Ha sido el introductor en la Argentina del programa Grameen, siendo a su vez presidente de la Fundación Grameen Argentina y representante honorario para la Argentina y el Paraguay del Profesor Muhammad Yunus, creador del Grameen Bank (el Banco de los Pobres) en el mundo.

Expositor en diversos congresos, nacionales e internacionales, columnista en medios gráficos, radiales y televisivos, es autor de numerosos artículos.

Sus libros: “Fundamentos de la Economía”; “Desarrollo y Estancamiento en el Proceso Económico Argentino”; “La Argentina y el Mundo”; “La convertibilidad en crisis”; “La Argentina de la posconvertibilidad”; “Dos años en la era K”; “Mitos y realidades en la era K” y “El ocaso de la era K”.

Desarrolla su actividad en el ámbito público y privado, como director y asesor de gobiernos locales, empresas e instituciones.

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