El Tapón del Darién, ubicado entre Colombia y Panamá, fue atravesado por quinientas mil personas en 2023. No hay atención ni respuestas suficientes a la crisis ni antes ni después del cruce de la selva.
El Tapón del Darién se convirtió en una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo de los últimos tiempos. Situada entre Colombia y Panamá, la selva de más de 5 mil kilómetros cuadrados conecta Sudamérica con Centroamérica, convirtiéndose en un trayecto estratégico para quienes intentan llegar a Estados Unidos.
La migración a través del Darién es una situación imparable. Cada día, centenares de migrantes provenientes de naciones cercanas como Venezuela, Haití, Ecuador, Chile y Brasil, así como de lugares lejanos como China, India, Afganistán, Camerún, Somalia y Bangladesh, cruzan el Tapón del Darién, poniendo en riesgo su vida: a las complejas condiciones naturales que presenta la selva se le añade la presencia de grupos criminales locales que roban, secuestran y ejercen violencia sexual.
Las situaciones inhumanas que han vivido los casi 500 mil migrantes que han cruzado la selva del Darién en 2023 resulta estremecedor. Las vulnerabilidades se suman y multiplican, y siguen encontrando una respuesta insuficiente e inadecuada.
Cada nuevo año se vuelve a batir el récord, pero la respuesta sigue siendo la desprotección. En todo 2022 fueron 248.000 personas migrantes, y en 2021, 133.000.
“La cifra de migrantes que han cruzado la selva equivale a más del 11% de la población de Panamá. Esta es una crisis sin precedentes a la que no se ha volcado la suficiente atención global ni regional”, señala Luis Eguiluz, coordinador general de la organización en Colombia y Panamá.
“No se garantizaron rutas seguras a los migrantes, ni suficientes recursos para las organizaciones que los atienden”, señala Luis Eguiluz, coordinador general de la organización en Colombia y Panamá.
Desde finales de abril de 2021, brindamos atención médica a la población en tránsito que llega a Panamá, señaló.
Actualmente, contamos con puntos de atención en las dos Estaciones Temporales de Recepción Migratorias de Lajas Blancas y San Vicente, y en la comunidad indígena de Bajo Chiquito. Allí, de enero a octubre de 2023, brindamos:
51.500 consultas médicas y de enfermería, incluyendo prenatales y postnatales: del total, 18.000 consultas fueron a menores de 15 años y 888 a mujeres embarazadas.
2.400 consultas de salud mental. 397 consultas de violencia sexual, sobre los que lanzó una alerta recientemente.
Selva del Darién: la ruta de la desatención
Durante 2023, recorrimos las principales rutas de tránsito de migrantes por Colombia.
“Lo que hemos evidenciado y escuchado de ellos es que quienes transitan por el sur del continente están expuestos a una situación de extrema vulnerabilidad: hambre, ausencia de alojamientos y fuentes de agua, cobros excesivos, desinformación y estafas, xenofobia y violencia física, psicológica y sexual.
Todo esto inicia mucho antes de que los migrantes lleguen a la selva del Darién, aunque sea allí en donde se hace evidente”, señala Eguiluz.
Una de las rutas desatendidas en Colombia inicia por el puente de Rumichaca, que conecta a Tulcán (Ecuador) con Ipiales (Colombia). Allí, conocimos el caso de las familias de Friangerlin y Yucleisy, dos mujeres venezolanas.
Caminaban agotadas, envueltas en cobijas y con la piel y los labios quebrados por el frío y la altura. Friangerlin, embarazada, arrastraba un carrito de mercado del que se veían tambalear los pies de un niño que dormía exhausto. Llevaban cuatro semanas viajando. Iban las dos, con sus esposos y cuatro niños, de regreso a Venezuela. Yucleisy recogería a sus otros hijos para salir luego juntos al Darién.
“Saliendo de Guayaquil nos amenazó un grupo de hombres a los que les dicen ´los hinchas´. Nos dijeron que, si no les pagábamos, nos iban a quitar los bebés, pero nuestras parejas se revelaron y les dijeron que tenían que matarnos para quitarnos nuestras cosas o nuestros bebés”, contó Yucleisy.
A su vez, los relatos de hechos violentos en el sur del continente son una constante.
“Desde Perú tomé un autobús que me llevó a Huaquillas (ciudad de Ecuador fronteriza con Perú). Allí unos hombres nos llevaron a 10 migrantes y nos robaron toda la plata, a las mujeres las hacían desnudar, se llevaron los teléfonos también y decían que, si hablábamos, nos mataban. Cargaban cuchillos y pistolas”, contó David Fuentes, un migrante colombo venezolano que trabajó en Perú como vendedor ambulante.
¿De qué países provienen las personas que cruzan el Tapón del Darién?
A diario ingresan por el sur de Colombia cientos de venezolanos y haitianos en su segunda migración, migrantes del sur del continente como ecuatorianos y peruanos, y personas de lugares lejanos como China, India, Afganistán, Bangladesh, Camerún y Burkina Faso que aterrizan en Ecuador o Brasil para luego continuar la ruta por tierra.
“Según testimonios de los migrantes con menos recursos económicos, en la ruta por Ecuador solo encuentran apoyo en dos ciudades: Ibarra y Tulcán, muy cerca de Colombia”, explica Luis Eguiluz.
“Luego, en Ipiales, organizaciones locales con fondos internacionales, tienen algunos albergues en los que los migrantes pueden acceder a una ducha, hospedaje una noche y a tres platos de comida, pero luego deben salir”, añade.
Ante el vacío de atención y recursos, son apenas el 2,2% de los migrantes quienes pueden acceder a estos centros. Más del 73% de las familias deben dormir en la calle o parques públicos y el 75% no tiene acceso suficiente a agua potable, según verificó recientemente la Procuraduría de Colombia.
En más de 1.200 kilómetros, desde Nariño hasta Antioquia son casi nulos los auxilios para la población en tránsito.
¿A qué se enfrentan las personas que cruzan el Tapón del Darién?
Quienes se atreven a cruzar el Tapón del Darién, la frontera natural entre Colombia y Panamá, no solo están expuestos a los riegos geográficos, sino también a todo tipo de peligros por parte de bandas criminales: ataques, robos, secuestros y violencia sexual.
“El Darién es lo peor que he tenido que vivir en mi vida, no se lo deseo a nadie. Duramos caminando cinco días porque vinimos con los niños. Pasamos demasiados precipicios. En una cascada, después de que pasamos nosotros murió un señor. Tenemos todos los dedos pelados con llagas con sangre”, explicó Keiber Bastidas, un migrante venezolano que decidió, dejar su país de origen para dirigirse a Estados Unidos, donde planea empezar de cero junto a su familia.
“Se encuentran muertos, se encuentran mujeres embarazadas flotando muertas. A un señor que venía en el grupo mío, le dio un ataque se murió y tuvieron que abandonarlo. Es muy fuerte. Hay mucho robo en esa selva, secuestran, están cobrando 100 dólares por persona y a la mujer que no pague la violan”, relató Emilady Rodríguez, migrante también venezolana, recién llegada a Panamá, con sus hijas de 7 y 10 años.
“Aunque hay organizaciones humanitarias centradas en Necoclí y Turbo, en Colombia, y en las Estaciones Temporales de Recepción Migratorias (ETRM) establecidas por el gobierno panameño en su costado del Darién la respuesta no es suficiente para cubrir las necesidades”, señala Luis Eguiluz.
Frente a ello, instamos a los gobiernos de países en tránsito hacia Estados Unidos a que coordinen esfuerzos para garantizar rutas seguras y acceso a servicios básicos a la población en movimiento. La crisis humanitaria del Darién requiere respuestas globales.
*) Médicos Sin Fronteras (MSF) es una organización médico-humanitaria de carácter internacional que aporta su ayuda a poblaciones en situación precaria y a víctimas de catástrofes de origen natural o humano y de conflictos armados, sin ninguna discriminación por raza, religión o ideología política. Actualmente MSF cuenta con 499 proyectos de acción médica y humanitaria en 88 países, y con 7 millones de socios y colaboradores en todo el mundo. En reconocimiento a su labor humanitaria, MSF recibió el Premio Nobel de la Paz 1999.
Para mayor información visitar: www.msf.org.uy