*) Enrique M. González Vilar Laudani
Mi amigo Nacho, habiendo transcurrido ya varios años de su niñez y apenas saliendo de la adolescencia, un día se encontró aburrido de la vida que llevaba, así que en un rapto de inspiración y espontaneidad, preparó sus documentos, cargó lo indispensable en una mochila vieja, su música y un gran cuaderno de hojas rayadas, unidas con un espiral, donde anotaba sus pensamientos, sensaciones y experiencias y nos avisó que partiría a viajar por el mundo.
¡Todos sus amigos quedamos asombradísimos!. Las preguntas se agolpaban una tras otra: ¿Cómo vas a viajar, de donde sacarás el dinero, cómo te vas a manejar con los diferentes idiomas, etc, etc, etc?.
Todo lo que nos contaba nos parecía una locura, no tenía ninguna respuesta, solo el deseo de salir a la aventura. Pero, como mencioné en el artículo anterior, estábamos acostumbrados a que era diferente, especial, único, como si al nacer se hubiese roto el molde.
¡Nunca habría otro Nacho!. Así que lo disfrutábamos al máximo y hasta puedo decir hoy día, que en el fondo le teníamos un poco de envidia. Recuerdo una de sus frases con la que casi nos despidió: “salir… salgo ahora, los bultos los acomodaré en el camino”, con lo cual acalló todos nuestros reproches acerca de su falta de preparación.
Mi amigo de la infancia poseía una mente abierta, dispuesta al aprendizaje y a enriquecerse con las diferencias. Al pensar en TODO lo que le esperaba (tanto lo bueno como lo malo) entrecerró los ojos y solo dijo, derrochando placer: “¡Ah, qué lindo será! Y al instante, nos abrazó a cada uno de nosotros, nos dio unas palabras de consuelo por tener que quedarnos y con paso tranquilo emprendió el viaje que lo llevaría a un sueño, a una esperanza…. ¿quizás a un viaje de ida solamente?.
Pasaron varios años y recibí una carta con un sello que indicaba su procedencia: India, uno de los países más poblados del planeta. Cuando leí el remitente casi me caigo de espaldas: ¡Nacho!. Mi amigo al que mencionábamos en las reuniones entre compañeros como el “loco lindo” que se había ido a recorrer el mundo y del que no supimos más.
Ahora yo sabría qué le había pasado. Me apresuré a llegar a casa, casi corrí, tiré las cosas en la mesa y me senté en el sillón, abriendo al mismo tiempo el sobre.
Me asombraron dos cosas, aunque eran típicas de él. En primer lugar no preguntaba por nadie, no explicaba nada de su viaje y en segundo lugar, solo me decía: - Enrique, tengo que contarte algo importante- con lo que comparto con ustedes su relato, tal como me lo escribió.
“En Kodinhi, una aldea de la India perteneciente al estado de Kerala, donde nacen una gran cantidad de gemelos, conocí a un cargador de agua. Tenía dos grandes vasijas de cerámica que colgaban a los extremos de un palo que llevaba encima de los hombros, las cuales llenaba de agua y las llevaba a la casa de su Maestro, quién le pagaba unas pocas rupias por el trabajo de abastecerlo de agua fresca a diario.
Una de las vasijas tenía varias grietas por las que iba perdiendo gotas de agua, mientras que la otra era perfecta y la conservaba toda. Cada día el Aguatero tenía que recorrer un largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa de su maestro pero lo hacía con agrado.
Cuando las descargaba en la casa de su Maestro, la vasija rota sólo contenía la mitad del agua con la que había iniciado el viaje, y así cada día durante dos años completos. Una noche, mientras conversaban descansando de sus labores, la vasija perfecta hablaba muy orgullosa de sus logros, pues sabía que nunca perdía ni una gota de agua, cumpliendo así los fines para los cuales fue creada, burlándose de su pobre compañera.
La pobre vasija agrietada se sentía muy avergonzada por su propia imperfección. Se veía miserable e inútil, porque sólo podía hacer la mitad de lo que suponía era su obligación.
A la mañana siguiente, la vasija quebrada le habló al Aguador: -Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo, porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y obtienes la mitad del dinero que deberías recibir por tu trabajo-. Este, asombrado, le dijo compasivamente, -cuando vayamos de regreso al arroyo quiero que mires atentamente las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino-.
La vasija agrietada, muy obediente, prestó atención, y en efecto, vio muchísimas flores a lo largo de todo el camino. De todos modos se sintió apenada porque seguía pensando que al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.
El Aguador le dijo: ¿Te diste cuenta que las flores sólo crecen en el lado del sendero por donde tu pasas y no por el de la Vasija Perfecta?. Siempre he sabido de tus grietas. Pero quise ver el lado positivo de eso y sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde tú ibas. Todos los días las has regado a través del agua que se escurría por tus grietas.
Por dos años yo he podido recoger de estas flores para decorar el altar de mi maestro, y si no fueras como eres, con tus defectos y virtudes no hubiera sido posible crear esta belleza, este jardín maravilloso al lado del camino.
Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas imperfectas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de hacer buenas cosas pese a nuestras debilidades. En el gran plan de Dios nada se desperdicia, querida Vasija y todos estamos creando cosas lindas, sólo que nuestros ojos quizás no lo perciban y aún quizás nuestra vida no alcance para ver sus frutos.
Nunca sientas vergüenza de ser como eres. Ahora eres perfecta para el plan que Dios tiene para ti, esfuérzate y sé valiente, se amorosa y compasiva, da lo mejor de ti en todo momento y a todos los que entren en contacto contigo, aún con tus defectos, terminó explicando el Aguador”.
Nacho finalizó su carta sin despedirse, diciéndome: “Recuerda: nunca sabes y quizás nunca sabrás, cuando puede haber una semilla escondida que sólo necesita de tu agua para florecer”. ¿Lo intentamos juntos?.
*) Periodista (Universidad Nacional de la Matanza - Bs. As. - Argentina). Director de Seminarios e Institutos en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días para las sedes Morón, Quilmes y Merlo (todo en Bs. As.).
Docente y Profesor en religión para jóvenes de 14 a 30 años. Director del Programa de Becas Educativas (FPE) de la Iglesia en Instituto SEI Merlo. Coach y Orientador Educativo en el mismo Instituto.
Todo esto fue realizado desde 1986 a 2013. Coach de Vida y Facilitador de proyectos personales (Estudios con la Licenciada Graciela Sessarego - Venezuela).
Mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.