*) Enrique M. González Vilar Laudani
“Una vez, un hombre era perseguido por varios malhechores que querían matarlo. Atemorizado, casi sin aire, encontró en la ladera de la montaña, una serie de cuevas. Mientras seguía corriendo, se le ocurrió esconderse en una de ellas, con la esperanza de que los ladrones pasaran de largo, sin descubrirlo. Apenas pudo detener su marcha antes de que se terminasen las cuevas e ingresó en la última de ellas y se acurrucó en el fondo.
Arrodillado en el piso, recordó que en su juventud le enseñaron a pedir ayuda al Señor, así que oraba en silencio pidiéndole a Él, que sus perseguidores pasaran de largo. Se alegró en extremo cuando escuchó que las pisadas presurosas parecían alejarse del lugar, hasta que escuchó una voz gruesa y cascada diciendo: -“¡Alto! Busquemos en estas cuevas, a ver si se escondió aquí”-.
Desconsolado por su oración sin respuesta, hundió las rodillas en el suelo y oró con más fervor que antes, de la siguiente manera: "Dios todopoderoso, haz que dos ángeles bajen y tapen la entrada para que no entren a matarme".
En ese momento escuchó a los hombres pasando a la segunda cueva, y vio que apareció una arañita delante de él. El pequeño insecto empezó a tejer una telaraña en la entrada. El hombre volvió a elevar otra plegaria, esta vez más angustiado: "Señor, te pedí ángeles, no una araña." Y continuó: "Dios mío, por favor, tengo fe, creo en Ti y sé que con tu mano poderosa puedes colocar un muro fuerte en la entrada para que los hombres no puedan pasar y matarme, ten piedad de mí".
Cuando abrió los ojos esperando ver el muro tapando la entrada, solo vio a la insignificante arañita tejiendo sin parar. Estaban ya los malhechores ingresando en la cueva anterior a la suya y desesperado, quedó esperando su muerte, tan entregado a su suerte que ni siquiera pudo enojarse con Dios por no haberle mandado ni ángeles ni muro.
Cuando los que querían asesinarlo, estuvieron frente a la cueva en la que se encontraba, ya la arañita había tapado toda la entrada con su tela y entonces se escuchó esta conversación:
"Vamos, entremos a esta cueva”, dijo uno. Y el segundo le contestó - "¿Para qué?. ¿No ves que hasta hay telarañas?, nadie ha entrado aquí desde hace rato, sigamos buscando por el sendero".
¡Qué maravilloso relato!. Reflexionando sobre su contenido, podemos sacar en claro varias enseñanzas. ¿No te ha pasado que cuando estás en dificultades quieres soluciones inmediatas, grandiosas y hasta mágicas?.
Muchas veces nos pasa que en la espera de grandes soluciones, placeres, éxitos y reconocimiento, no valoramos las pequeñas “arañitas” que Dios y la vida nos dan para ayudarnos a ser felices, plenos y hasta para salvarnos literalmente la vida.
El gran paso que deberíamos dar es reconocer las pequeñas cosas buenas que tenemos alrededor. En ocasiones, al tenerlas a nuestro lado incondicionalmente, a diario, las vemos como algo normal, aunque si careciéramos de ellas por un tiempo, percibiríamos su gran importancia, como apreciamos la salud que teníamos, solo luego de enfermarnos.
A ver… un plato de comida, una puerta arreglada, unos brazos extendidos al llegar del trabajo, un “te quiero” sin motivo, un techo donde guarecerse, una cama donde descansar, poder ver el sol ocultarse en el horizonte, un perro cuidando tu casa, la capacidad de usar los cinco sentidos, un mate cebado por manos amigas, un corazón dispuesto a amar, el tener más días de salud que de enfermedad… seguí vos reconociendo tus “arañitas”… Dale, contalas.
Te propongo que hagamos algo tres veces al día. Quizás parezca una tontería, algo rutinario, pero te aseguro que si lo haces, verás la vida un poco mejor, con más alegría, sintiendo como la gratitud ensancha tu pecho.
A la mañana, al mediodía y a la noche tomate 2 o 3 minutos para contar tus “arañitas”, nombralas, sentilas, agradéceles. Un simple cerrar de ojos y decir “gracias” te conectará con una fuente inagotable de energía positiva. Podrás ver la vida a través no de lo que te falta, sino de lo que tenes… y que muchas veces tenes de sobra.
La gratitud es un don precioso. Al hacer este ejercicio desarrollarás tu capacidad de ver las cosas buenas que te pasan y aumentará tu poder para mantenerlas y conseguir más. Ahora, una vez reconocidas es fundamental ir y decirle a quien te “teje la telaraña” diariamente que le estas profundamente agradecido.
Deci ¡GRACIAS! Devolvé su “telita” con una sonrisa, un abrazo y llená de amor a tus “arañitas”. El tiempo es hoy. No lo postergues. ¿Qué te parece? ¿Lo intentamos juntos?.
*) Periodista (Universidad Nacional de la Matanza - Bs. As. - Argentina). Director de Seminarios e Institutos en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días para las sedes Morón, Quilmes y Merlo (todo en Bs. As.).
Docente y Profesor en religión para jóvenes de 14 a 30 años. Director del Programa de Becas Educativas (FPE) de la Iglesia en Instituto SEI Merlo. Coach y Orientador Educativo en el mismo Instituto.
Todo esto fue realizado desde 1986 a 2013. Coach de Vida y Facilitador de proyectos personales (Estudios con la Licenciada Graciela Sessarego - Venezuela).
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