Mientras los países europeos coquetean con la deflación (esto es, una caída generalizada y constante del nivel de precios), tres de los socios del Mercosur sufren procesos inflacionarios bastante serios.
En el caso concreto de Uruguay, la inflación de los últimos 12 meses asciende a 10,47%, bastante lejos de la meta oficial de entre 3% y 7%; meta que no ha sido alcanzada en varios años. Para la mayoría de los analistas locales, dicho desencuentro con el objetivo meta se debe al déficit fiscal del 3.7% que enfrenta nuestro país.
Esto implicaría que una reducción del mismo (vía ajuste fiscal) mejoraría el guarismo inflacionario. En palabras más técnicas, la inflación se debe a un problema de demanda, esta es demasiado alta y presiona sobre los precios.
Otros acuden a buscar una explicación en la emisión de dinero, con una visión monetarista. La inflación es un fenómeno monetario y se soluciona con políticas monetarias restrictivas. Reducir la cantidad de dinero, vía emisión de letras de tesorería; es la solución al problema. Este es el enfoque argentino, o al menos lo que parece ser la visión del presidente del Banco Central de Argentina.
Por último, algunos creemos que es un problema más de oferta que de demanda. Me cuesta creer que en un momento en el que el crecimiento económico se desacelera, la confianza del consumidor cae, los empresarios estiman menores negocios para este año, y las reservas internacionales han financiado la caída del ahorro externo; nos encontremos ante una demanda fuerte que impulse los precios. O viendo la evolución de la cantidad de dinero existente en plaza (ha crecido 2.6% en términos interanuales según los últimos datos), pensemos que nuestra inflación es un fenómeno monetario.
Un estudio de un grupo de estudiantes del CURE-Maldonado resulta más que ilustrativo para desenredar esta madeja. Germán Mondos, Gabriel De Vicenzi, Magdalena De los Santos, Maira Limas, Matías Díaz y Julio Rodríguez, hicieron un estudio de la evolución de una canasta en el departamento de Maldonado, comparada entre varios supermercados y almacenes en diversos barrios de la zona urbana local.
Descubrieron que la misma canasta de bienes varía en precios entre un barrio y otro, y a veces los almacenes resultan más baratos que los propios supermercados. La diferencia entre un supermercado en la zona norte del área urbana, y la zona peninsular asciende a más de un 20%; una diferencia demasiado grande como para entenderla como un problema de demanda, o monetario.
De modo que buena parte de la inflación sería entonces un problema de oferta y poder de mercado; y por consiguiente es allí donde debería atacarse. Crear incentivos a los propios oferentes para el mantenimiento de precios, parece más aconsejable que un congelamiento de los mismos, o para un nuevo ajuste fiscal o monetario. Ignorar este hecho, nos llevaría a sufrimientos y pérdida de eficiencia, verdaderamente innecesarios.
*) Es Master en Economía Financiera por la Univ. of London-SOAS, UK. Se desempeña actualmente como Profesor de Economía de la Universidad de la República (CURE-Maldonado) y de la Universidad Católica del Uruguay (Sede Punta del Este). Es asesor de inversiones financieras.