En medio de una catarata de noticias económicas en principio negativas, en la última semana ha pasado desapercibida particularmente una, con efectos totalmente opuestos para nuestra región, que podría estar insinuando un cambio de tendencia económica internacional.
El precio de la tonelada de soja ha superado hace tres días la cifra de Usd 400/MT; precio que no había alcanzado en los últimos 20 meses, desde setiembre de 2014.
Con ello, la rentabilidad en pesos de la producción de soja, contabilizada la devaluación de los últimos 12 meses, supera ya en un 20% real a la alcanzada un año atrás. Quedan dos preguntas planteadas de cara al futuro: si este aumento de precios es estable, o si por el contrario es solamente un producto de posiciones especulativas en torno a los problemas climáticos que sufrió la región de Sudamérica; y en segundo lugar, si el productor rural local no ha sido afectado en sus rendimientos por los fenómenos climáticos por todos conocidos.
Para aquellos que obtuvieron buenos rendimientos, la ganancia de corto plazo es significativa, esperándose una buena siembra de cara al segundo semestre; para aquellos que han sufrido en sus rendimientos, será asunto de esperar si los precios se mantienen firmes para contrarrestar en el futuro un mal momento actual. En ambos casos, de mantenerse los precios en estos niveles, sería un buen indicador que lo peor ya ha pasado.
Mientras las buenas noticias llegan a estas latitudes, los gobernantes de nuestros dos países vecinos no cesan de errar en sus medidas económicas. El Gobierno Argentino anuncia un blanqueo de capitales, que insólitamente incluye la repatriación de los fondos declarados por el propio Presidente y depositados en un paraíso fiscal, premiando a los evasores; al mismo tiempo que la justicia de dicho país le ha dado un fuerte golpe al ajuste fiscal tarifario que ha sido el buque insignia del equilibrio de las cuentas públicas de la actual política económica, todo ello en medio de dichos y entredichos entre los propios gobernantes argentinos.
El propio presidente interino del Senado, ha tenido que decir que el Ministro de Energía no es un “salame”, ante la ola de críticas que han desatado sus desacertadas medidas y menos afortunados dichos.
Por otro lado, el flamante Gobierno de Brasil, cuenta los días antes que un próximo miembro ministerial de los partidos cogobernantes PMDB y PSDB, caiga en las redes de la corrupción y deba dimitir, todo en medio de anuncios económicos que prometen sufrimiento a la alicaída demanda interna brasileña. Como si fuese necesario alimentar aún más las bajas expectativas de demanda agregada, por cierto recalculadas a la baja por los analistas locales e internacionales, luego de las contradicciones reveladas entre las propias autoridades gubernamentales de Brasil.
A diferencia de sus vecinos argentinos, aún no se detectado el “salame” en las decisiones fiscales y económicas; y que probablemente se identifique luego de que el mismo haya renunciado por corrupción.
Parece que deberemos soportar los desaciertos diarios de las autoridades económicas y políticas de nuestros vecinos, aún cuando en el mundo parece comenzar a notarse una leve brisa de cambio de ciclo económico. Esperemos que los agentes económicos internacionales operen considerando más la segunda, que los descalabros que generarán las primeras.
*) Es Master en Economía Financiera por la Univ. of London-SOAS, UK. Se desempeña actualmente como Profesor de Economía de la Universidad de la República (CURE-Maldonado) y de la Universidad Católica del Uruguay (Sede Punta del Este). Es asesor de inversiones financieras.