La tradicional feria artesanal de la plaza Artigas de Punta del Este, ubicada en avenida Gorlero y calle 25, estuvo cerrada con motivo de la declaratoria de emergencia sanitaria en Uruguay. Pero reabrió el 8 de mayo con un fuerte apoyo del alcalde Andrés Jafif; desde entonces los artesanos han luchado contra la pandemia con la mayor positividad posible.

 

“No me está yendo nada bien. No ha sido fácil”, cuenta el artesano Dardo Fernández, mientras gira en su mano una moneda calada de las olimpiadas de Múnich y atiende una llamada con su Motorola viejo. Dardo lleva 27 años en la feria y siempre vendió monedas caladas; empezó con 8 años y desde ahí encontró su pasión.

Es un momento agridulce para la Plaza de los Artesanos. La emoción y alegría de volver a abrir sigue en el aire como un cuento de fantasía, pero la cruda realidad de la pandemia abofetea a los artesanos. La feria reabrió después de casi 60 días: se cerró el 18 de marzo sin aviso previo, ni siquiera tuvieron tiempo para despedirse.

“Fue horrible. Cuando nos volvimos a ver nos moríamos por abrazarnos pero no podíamos, volver fue una fiesta”, dijo María Eugenia Lara, artesana que se dedica al rubro de las lanas y es parte del grupo de delegados. “Nosotros somos una gran familia, con sus buenos y malos momentos, pero nos apoyamos entre todos”, acotó.

“A nivel económico no es fácil pero la parte humana siempre está. Durante la pandemia nos mantuvimos en contacto entre todos para ayudarnos y apoyarnos”, dijo María Eugenia Lara.

Los pasillos desiertos volvieron a la feria más fría. Los artesanos hacen todo lo posible para mantener viva la llama de la esperanza dentro de la despoblada plaza. La relación con el público es la clave; para ellos es lo más importante. Siempre buscaron una relación personal con el cliente. “Es el tocar, el conversar, el intercambiar experiencias de vida. No importa si compran o no”, agregó María Eugenia.

No fue fácil

El grupo de delegados se reunió a mediados de mayo con el alcalde de Punta del Este para organizar la reapertura. Se armó un protocolo, fumigaron la feria y armaron un nuevo horario. Desde su apertura están abiertos de jueves a lunes a partir de las 12.00 y hasta las 18.00 horas. Hay menos movimiento y menos ventas pero se mantiene el optimismo.

Escondido en una esquina de la feria se encuentra el stand de Enrique Leal, un artesano que hace relojes de personajes, películas y personas importantes dentro de la cultura occidental, con discos de vinilo. Un trabajo admirable y sorprendente. Pero no está en su mejor momento, lleva un mes y medio sin vender relojes y tuvo que vender su vehículo para luchar contra el impacto de la pandemia.

Romeo Andrés Sosa, un hombre alto con campera verde y gorro de lana azul, recorre los stands hasta llegar a sus pinturas. “Este verano cambié la temática de mis cuadros. Pero fue un verano difícil, fue la primera vez que fracase en 35 años”, admitió.

“En febrero no vendí un cuadro”, dijo mientras señalaba y mostraba los relieves de sus pinturas. “Hoy es difícil vivir de esto, la pandemia nos mató a todos”. Romeo perdió su empleo y tuvo que recurrir a las canastas; en invierno solía tener otros trabajos además de la feria y en verano se dedicaba a tiempo completo al arte. Este año no fue posible.

“Tratamos de ayudarnos entre todos. Hay gente que ha venido a saludarnos y eso es lo lindo de estar acá. Que se acuerden de nosotros”, dijo Romeo orgulloso y con una sonrisa en el rostro, a pesa de la situación que atraviesa él, y muchos de los artesanos de clásica feria puntaesteña.

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