En este lugar, donde funcionaba una posada, falleció Jacinto Vera en Pan de Azúcar.Lo anunció el Papa Francisco este sábado 17 de diciembre, tras reconocerle un milagro del año 1936. En forma inmediata la noticia fue difundida por todos los obispos del Uruguay.

 

En un mensaje fechado este sábado 17 de diciembre, los obispos del Uruguay emitieron un mensaje manifestando su alegría, porque ese mismo día, “el Papa Francisco aprobó un milagro obtenido por la intercesión del Venerable Mons. Jacinto Vera, nuestro primer obispo, lo que habilita su próxima beatificación”.

Monseñor Jacinto Vera falleció en Pan de Azúcar el 6 de mayo de 1881 durante una misión. Esa ciudad lo recuerda permanentemente: un club de niños lleva su nombre al igual que una calle; también una comparsa, y hasta se creó un museo religioso donde falleció, que hoy se encuentra cerrado.

Se lo recuerda como misionero y apóstol de ciudades y la campaña que recorrió 3 veces todo el país. “Socorrió a los heridos de las guerras civiles y encabezó misiones de paz. Padre de los pobres, amigo de sus sacerdotes, fue promotor del compromiso de los cristianos laicos en la vida de la sociedad de la época”.

Además promovió la educación y la prensa católica, fundó el seminario para la formación de los sacerdotes e impulsó la llegada de numerosas congregaciones religiosas a Uruguay, “para servir a nuestra gente (vascos, salesianos, salesianas, dominicas, vicentinas, capuchinos, jesuitas, entre otros)”.

“Guio a nuestra Iglesia en tiempos difíciles, llevó la frescura de vida y de gracia del Evangelio a todos sin distinción. Al final de sus días, Don Jacinto cosechó una admiración unánime de la sociedad de su época, aún de sus mismos adversarios, como quedó plasmado en los homenajes tributados a su muerte”, concluye.

¿Qué significa ser beato?

El término beato (del latín beatus) significa feliz o bienaventurado. La Iglesia enseña que los beatos ya gozan en el cielo de la presencia de Dios. La beatificación es el último paso previo a la canonización, es decir, al momento en que la Iglesia reconoce y declara que una persona es santa.

Las imágenes de los beatos pueden ser colocadas y veneradas en las iglesias y tienen un día en el año que es su fiesta. Generalmente se toma el día de su muerte, llamado “dies natalis”, el día de su nacimiento a la vida eterna. Ese día, en la misa se le recordará especialmente, como se hace con los santos.

Si para la beatificación es necesario que haya habido un milagro “atribuido a la intercesión del venerable”, en este caso Monseñor Jacinto Vera, lo que se necesita para la canonización es que se verifique un segundo milagro, ocurrido después del anuncio de la beatificación.

¿Cuál fue el milagro?

El milagro reconocido por el papa Francisco, es la curación rápida, duradera y completa de una niña de 14 años ocurrida el 8 de octubre de 1936. La niña se llamaba María del Carmen Artagaveytia Usher. Era hija del doctor Mario Artagaveytia, reconocido médico cirujano, y de Renée Usher.

Después de una operación de apendicitis sufrió una infección que se fue agravando hasta llegar a una situación desesperada. Los mejores médicos de la época la atendieron, pero no lograban su mejoría, en tiempos que aún no existía la penicilina. La niña sufría fuertes dolores y su vida parecía acercarse al final.

Un tío de la niña enferma, Rafael Algorta Camusso, le llevó una estampa con una reliquia de Jacinto Vera y le pidió a la niña que se la aplicara a la herida y que tanto ella como su familia rezaran con toda confianza pidiendo la curación por intercesión de aquel “siervo de Dios”.

Esa misma noche cesaron los dolores, se terminó la fiebre y a la mañana siguiente la niña estaba completamente bien. La curación fue rápida y completa, y científicamente inexplicable, comprobada por su padre y por el médico que la atendía. María del Carmen Artagaveytia falleció en 2010, a los 89 años.

El año 2017 se retomó el estudio de este caso, que había sido presentado al poco tiempo de la curación. Se realizó un exhaustivo informe médico, que luego fue analizado por una junta médica en el Vaticano, y se formó un tribunal para estudiar el presunto milagro.

Ante este, los hijos de la mujer declararon que conocían el hecho desde siempre, por el testimonio de su madre. Aportaron diversos elementos y recuerdos, entre otros, que su madre tuvo toda la vida en su mesita de luz la estampa con la reliquia de Monseñor Jacinto Vera que había colocado en su herida.

Breve biografía

Jacinto Vera nació el 3 de julio de 1813 en un barco, en el Océano Atlántico, frente a las costas de Brasil, cuando su familia se dirigía a Uruguay desde las Islas Canarias. De joven trabajó en el campo con los suyos, en Maldonado (en la zona de Abra de Perdomo) y en Toledo, Canelones.

Descubrió su vocación a los 19 años. Incorporado al ejército fue licenciado por el general Manuel Oribe para que pudiera continuar sus estudios sacerdotales. A falta de formación en Uruguay, se trasladó a Buenos Aires, donde ya ordenado celebró su primera misa, el 6 de junio de 1841.

El 4 de octubre de 1859 fue nombrado vicario apostólico del Uruguay. Todavía en ese cargo recibió la ordenación episcopal en la Iglesia Matriz de Montevideo el 16 de julio de 1865. Participó del Concilio Vaticano I en 1870. En 1878, creada la Diócesis de Montevideo que abarcaba todo el Uruguay pasó a ser su primer obispo.

Jacinto Vera dejó de existir durante una misión que realizaba, en la ciudad de Pan de Azúcar, el 6 de mayo de 1881. En su sepelio un joven Juan Zorrilla de San Martín resumió el sentir de muchos:

“… las lágrimas en este momento inundan mi alma y el alma del pueblo uruguayo, enlutado y consternado… ¡Padre! ¡Maestro! ¡Amigo! … Señores, hermanos, pueblo uruguayo: el santo ha muerto”.

Hubo una campaña para erigirle el monumento donde reposan sus restos en la catedral de Montevideo. En poco tiempo se reunió el dinero y el monumento se inauguró en el primer aniversario de su muerte. La consigna fue que todos pusieran un centésimo, para que “pobres y ricos pudieran participar del mismo modo”.

(Foto: museos.gub.uy)

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