Fue ejecutado de varios balazos en su propia casa del barrio Del Core. Aunque ahora estaría alejado de las actividades delictivas, principalmente a aquellas vinculadas a la tenencia y comercialización de drogas, su muerte podría tener relación con ese largo historial.
Robert Edilberto Pérez, de 47 años, fue ultimado de varios balazos en su casa del barrio Del Core de San Carlos, donde estaba viviendo en una situación de alta vulnerabilidad, después de haber sido durante muchos años uno de los principales líderes del narcotráfico local.
La Policía tomó conocimiento del hecho a través de un llamado al 911, dando cuenta que en la finca de Pérez, en calle Roque Graseras casi Pantaleón Sosa, se habían escuchado varias detonaciones de un arma de fuego. No hay datos respecto a si alguna persona fue vista salir del lugar.
Alejado del “éxito” de otros tiempos (poseía casi una veintena de antecedentes penales de todo tipo) y movilizándose en silla de ruedas desde 2007, había perdido el poder de otrora a manos de las nuevas bandas que operan en la ciudad y cuyos cabecillas están hoy en prisión.
Que historia!!
El jueves 5 de mayo de 2016, el Juez Penal de 2º Turno de San Carlos, dispuso el procesamiento con prisión de Robert Edilberto Pérez, como autor de un delito de lesiones personales en régimen de reiteración real, con un delito de porte de arma “por reincidente”. Fue el último procesamiento de este hombre.
Unos días antes, efectivos de Investigaciones del Distrito 3 de la Policía, allanaron como muchas veces la casa de Robert Pérez, porque había datos firmes de que continuaba en el negocio de las drogas y además -como otras veces- tenía armas en forma ilegal en su bunker.
Allí se incautó un arma de fuego y otra de aire comprimido, además de municiones y droga cuyo detalle no fue aportado en su momento por la Policía. Fue detenido junto a su pareja, una joven de 20 años, quien luego fue dejada en libertad por disposición del magistrado actuante.
El caso generó reacciones en la comunidad carolina, “cansada” de que gozara de tantas libertades (en ese momento estaba en prisión domiciliaria) a pesar de cometer permanentemente delitos vinculados al narcotráfico. “Se ríe de la Policía porque sabe que siempre sale enseguida”, señalaron.
El viernes 7 de agosto de 2015, la Jueza Penal de 2° Turno de San Carlos, lo había procesado con prisión por violación a la Ley de Estupefacientes (tenencia no para consumo), con un delito de receptación. Pero poco después logró que la Justicia lo autorizara a terminar la pena en su casa.
Un procedimiento de la entonces Brigada de Hurtos de la seccional 2ª de San Carlos, tras la pista de los autores de un robo a una barraca de la avenida Alvariza, desembocó en el allanamiento de la confortable finca de Pérez, ubicada en la calle Ituzaingó, cerca de la vía férrea.
Antes, habían sido detenidos un joven de 22 años y una chica de 26, quienes aportaron datos claves para probar que el “bunker” de Robert Pérez, era un gran centro de distribución de drogas y de receptación de efectos robados. También fue detenido un hombre de 39 años en Castillos.
En la casa del narco -que contaba con múltiples medidas de seguridad, como cámaras, altas rejas y robustos portones de hierro-, se incautó una pistola calibre 9m.m. marca Steyr, de procedencia austriaca y gran cantidad de proyectiles, otros varios calibre 3.57, y 71 proyectiles calibre 32.
También se encontraron 37 dosis de cocaína, 1 pequeño envoltorio con marihuana, una balanza de precisión y $ 203.000 en efectivo. Asimismo, se ubicaron varios efectos cuya procedencia Pérez no pudo justificar, ya que los recibió como pago por entregas de drogas.
Pero el mismo día que fue procesado, la Policía volvió a allanar su casa, ya que surgieron otros elementos indicadores de que había más droga cuidadosamente guardada en alguna parte. Efectivos de San Carlos y de Policía Científica, finalmente la encontraron dentro de una pared.
Convenientemente escondidos detrás de un tabique de yeso, se ubicaron dos pequeños paquetes, conteniendo uno 76 dosis de cocaína -que pesó 19,3 gramos-, y otro con 43,3 gramos de cocaína en estado máxima pureza que aún no había sido fraccionada en dosis.
A comienzos de 2012, otra vez gozaba de libertad y seguía embarcado en los mismos negocios. En aquella ocasión fue a la cárcel por haber entregado un arma para defensa del cabecilla de otro grupo de narcos que regenteaba una “boca” en el barrio Maldonado Nuevo.
Tras la fachada de una pañalera, una bloquera, un negocio de alquiler de autos, algunas viviendas para alquilar y una tienda, funcionaba el negocio de otro conocido delincuente que solo “vendía” durante el día, ya que por la noche era acosado por consumidores “cautivos” que lo robaban.
M.A.H, era amigo íntimo de Robert Pérez, y por temor a que otros delincuentes terminaran por afectarle el negocio que funcionaba muy bien, recurrió a él para pedirle un arma “limpia” (sin rastros sobre su origen y sin haber sido utilizada para delinquir durante un tiempo prudencial).
Pérez le prestó una pistola 9m.m., hasta que tuvo que devolverla porque otros amigos de Rocha deseaban comprarla. A esa altura la Policía de Maldonado ya estaba tras los pasos de la banda, varios de cuyos integrantes fueron detenidos cuando iban hacia San Carlos.
Robert Pérez resultó procesado pero sin prisión por el delito de porte y tenencia de un arma modificada. Sin embargo, M.A.H., su esposa y la empleada de la tienda tras la cual estaba camuflada la boca de venta de drogas en Maldonado, fueron enviados a prisión.
A fines de enero de 2011, con la detención y procesamiento de una joven de 21 años, a quien se le encontró una importante cantidad de cocaína y pasta base, además de 2 armas robadas dentro de una mochila, cayó quien era su novio: Robert Pérez, quien gozaba de plena libertad.
La Brigada de Narcóticos de la Policía de Maldonado allanó la finca de Pérez, donde vivía a cuerpo de rey. Muy habilidoso, tenía las “manos limpias”, aunque muchas pruebas en su contra: toda la droga que llevaba su novia, y el testimonio de tres consumidores lo catapultaron a la cárcel.
Pero su historia delictiva ya era extensa; se transformó en un hombre poderoso económicamente, capaz de vulnerar fuerzas de seguridad para mantenerse en los negocios del narcotráfico, aun movilizándose en silla de ruedas (en 2007 recibió 6 balazos en un choque con otro delincuente).
A fines de noviembre del año 2008, 7 personas -4 de ellas policías-, marcharon a la cárcel por su vinculación con los negocios del narcotraficante más notorio de San Carlos. Aquella vez fue “descabezada” una de las organizaciones dedicadas a la venta de drogas, más importantes de todo el departamento.
Por aquel caso, el titular del Juzgado Penal de 2º Turno de la ciudad de Maldonado, doctor Federico Álvarez Petraglia, procesó con prisión a 7 personas: 3 policías de la comisaría de San Carlos, el propio comisario de esa dependencia, el cabecilla de la banda, su esposa y un chofer.
El titular de la comisaría de San Carlos, fue a la cárcel por un delito de cohecho (coima), en tanto otros dos efectivos de la misma dependencia terminaron tras las rejas por idéntico delito; uno de ellos era el propio responsable de la Brigada de Hurtos y Rapiñas de esa seccional.
Pérez, fue a prisión por 2 delitos de soborno en reiteración real y 1 delito de tenencia de estupefacientes; su esposa E.J.L.S. y su chofer G.T.F., también fueron a prisión por violación del Artículo 57 de la Ley 17.016, que pena la colaboración a quienes cometen delitos de narcotráfico y obstaculizan el accionar policial y judicial.
Los fulminantes operativos se desataron a partir de la detención en el kilómetro 111 de la Ruta 9 (cercanías de Pan de Azúcar), de Robert Pérez, quien viajaba rumbo a la ciudad de San Carlos con su chofer, y un menor de 12 años. Sin embargo se encontraron solo 10 gramos de cocaína.
Luego hubo media docena de allanamientos, en los que se detuvo a la esposa del narco y a los efectivos policiales acusados de integrar una red que permitía mantener “liberadas” ciertas zonas de la ciudad de San Carlos, cuando la banda desarrollaba sus operaciones.
A esa altura ya contaba con antecedentes que se remontan al mes de enero de 2001 cuando fue imputado por un delito de sustracción de menores contra su voluntad. De allí y hasta 2008, no cometió delitos vinculados a las drogas, sino por hurto, violencia privada, lesiones personales y receptación.