Javier Carballal, el alcalde de Punta del Este electo en las pasadas elecciones municipales, es el dueño de la carnicería Oasis ubicada en avenida Pedragosa Sierra y bulevar Artigas. Está en la búsqueda del balance entre el comercio, la alcaldía y su familia luego de una campaña extensa y diferente.

 

El pasado 27 de septiembre, Javier Carballal resultó electo alcalde del municipio de Punta del Este. Fue una victoria cómoda en unas elecciones atípicas y únicas. A pesar de tener las encuestas a favor, los nervios jugaron su papel en un hombre sin cábalas y con cierta incredulidad.

Conocidos los resultados, cerca de la una de la madrugada del lunes 28 de septiembre, mañana fue a saludar a Enrique Antía a la ciudad San Carlos y se sumó a los festejos.

Carballal, de 49 años, es originario de Punta del Este. Cuando él nació su padre vivía en la carnicería Oasis, en avenida Pedragosa Sierra y bulevar Artigas, de la cual terminó a cargo.

Fue a la escuela N° 5 y al liceo Punta del Este. Le gustaba hacer carreras de bicicleta y sacar mejillones del muelle Mailhos. En su infancia aprendió la importancia del trabajo y la familia y busca encontrar un balance en su vida cotidiana.

El apoyo de sus familiares lo ayudó a mantener el control en las elecciones. Su hija mayor trabaja hace años junto a él en Oasis y su esposa también le dio una mano. Aún así, Carballal extraña y lamenta la imposibilidad de estar en algunos momentos junto a su familia.

“Es difícil hacer el balance. Lo que más extraño es acompañar a los chicos antes de que se acuesten, son cinco minutos que no te podés perder. Pero a veces la vorágine te lo impide”, dijo Javier Carballal.

Javier tiene tres hijos: dos varones y una mujer. Los niños toman con mucha serenidad y aceptación el cargo de su padre, a pesar de que a donde vayan son vistos como los hijos del alcalde. Durante la campaña lo acompañaron al comité y las recorridas.

El domingo 27 de septiembre se despertó a las cinco de la mañana y fue a andar en bicicleta. Cerca de las seis volvió a su casa. Se bañó y comió su desayuno favorito: café con leche, jugo de naranja y medialunas de jamón y queso, y se dirigió al comité.

Allí se reunió con sus delegados y salieron a la calle hasta el cierre de los circuitos. Los nervios se hacían más fuertes con el paso de las horas. Volvió a su casa cerca de las dos de la mañana, luego de un día largo con festejos nocturnos. El lunes, a las ocho, abrió la carnicería como cualquier otro día pero con un nuevo camino por delante.

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