Así lo estableció el informe final de 39 páginas, emitido por la Comisión Investigadora de Accidentes e Incidentes de Aviación (CIAIA). La aeronave viajaba desde San Fernando, Argentina, y se estrelló poco antes de la hora 13.00 del domingo 22 de agosto del año pasado, minutos antes de aterrizar en el aeropuerto de Laguna del Sauce.

 

El avión era un Piper modelo PA24 (de 4 plazas), matrícula argentina LV-CVT, que volaba desde San Fernando con destino al aeropuerto internacional de Laguna del Sauce, al Oeste de Punta del Este, desde donde retornaría algunas horas más tarde con dos pasajeros.

El informe de la CIAIA, aclara que debido a la altitud en la que se realizaba el vuelo y a defectos del sistema del control de tránsito mediante radares, no se pudo contar con un video radar completo que mostrase el desarrollo del vuelo, careciéndose en específico de la posición radar en momentos previos al accidente.

Por el impacto, la aeronave quedó totalmente destruida. “La misma se fue desmembrando al deslizarse por el terreno irregular, distribuyendo fragmentos, mientras que la mayor parte fueron encontrados divididos en cuatro trozos mayores, unidos por cables de comando de los controles de vuelo”, dice el informe.

El impacto fue contra la ladera Oeste de un cerro, “donde los restos se distribuyeron a lo largo de 130 metros de un área bastante nivelada, si se considera el terreno circundante donde existían pendientes muy pronunciadas, presentando el punto final 9 metros de altura por sobre el punto inicial de contacto contra el terreno”.

El informe también señala que las condiciones del suceso y la destrucción de la cabina del avión, no dieron lugar a la supervivencia de los dos ocupantes (piloto y copiloto). “Los cinturones de seguridad se encontraron arrancados de sus sujeciones en la aeronave”, señala el informe.

Además, se revela que “las lesiones de la tripulación son consistentes con la presencia del cinturón de seguridad. Pero la elevada energía de los impactos acontecidos fracturó la aeronave (en al menos tres grandes partes), arrojando sus cuerpos fuera de la misma”.

Alerta

Ante la pérdida de contacto de la aeronave, el control de tránsito dio reporte de la novedad, por lo cual se activó el Servicio de Búsqueda y Rescate de la Fuerza Aérea Uruguaya, lo cual permitió hallar los restos mediante la intervención de una aeronave de ala fija y otra de ala rotativa, luego de dos horas de búsqueda.

“La radio baliza de emergencia no se activó. Su batería se encontraba vencida, y el equipo fue encontrado desprendido de su sujeción…”, además de que, se encontraron todas las superficies de control y componentes mayores de la aeronave, lo que confirma que no hubo desprendimiento de componentes en vuelo.

“Se desarmó el motor totalmente y no se encontró desperfecto alguno. Se encontró restos de combustible en el carburador y en la bomba de combustible. Los impactos de las palas de la hélice indicaron que la misma estaba girando al momento del accidente. El múltiple de escape no presentaba fisuras”, señala el informe.

Por otra parte, se confirma que, “la aeronave tenía deficiencias de equipamiento”, y además “no se le había realizado el correspondiente chequeo del sistema estático, como lo establece la reglamentación vigente, por lo que la aeronave sólo podía realizar vuelos VFR”, es decir, con reglas de vuelo visual.

Desencadenantes

El piloto estaba utilizando una aplicación en su teléfono celular, que mostraba “la presencia de elevaciones en la ruta de vuelo trazada”, y considerando la elevación del terreno, la dirección del viento y la información meteorológica existente, “los cerros se encontraban cubiertos de nubosidad, al momento del accidente.

Por lo anterior, se entendió que las condiciones meteorológicas “fueron contribuyentes en el desarrollo del accidente”, aunque se concluye que “las acciones llevadas adelante indican una inadecuada valoración de las condiciones meteorológicas”, por lo que el factor humano fue desencadenante del accidente.

El piloto tenía un 60% más de horas de vuelo que su copiloto y más tipos de aeronaves voladas, había recibido adaptación al PA24 y estaba autorizado por el dueño a volarla. Esto, dice el informe, “puede haber contribuido a que la carga de trabajo antes y durante el vuelo haya recaído solamente sobre el piloto”.

“Desde el comienzo del vuelo, el piloto se mostró distraído y/o con pérdida de conciencia situacional; muestra de ello fue la acción de colacionar incorrectamente las instrucciones de rodaje de San Fernando Superficie”. Posteriormente la torre le da la opción de dos salidas, y “el piloto elige una y al rato la cambia”.

“El análisis del proceso de toma de decisiones en vuelo presenta una cadena de toma de decisiones degradada”, ya que se inició el vuelo en condiciones visuales, y las meteorológicas cambiaron a reglas de vuelo instrumental (IFR), para lo que “la aeronave no se encontraba habilitada…”, dice el informe.

“Pero, considerando que la aeronave se encontraba configurada para aterrizar, y que se solicita descenso visual sin la posibilidad de ver el suelo, debiendo atravesar una capa de nubes para visualizarlo, hace a las condiciones que causaron el mortal accidente”, dice en forma contundente el documento de la CIAIA.

Asimismo, “se entiende que las acciones llevadas adelante indican una inadecuada valoración de las condiciones meteorológicas. Los detalles listados en este factor hacen que el factor humano se constituya en el desencadenante del accidente”, que cobró la vida de los dos ocupantes del Piper.

Aquel domingo

En el entorno de la hora 17.00 del domingo 22 de agosto del año pasado, desde el aire fueron ubicados restos de un avión que se correspondían con el que era buscado desde hacía dos horas. La aeronave se había estrellado contra una de las cumbres de Sierra de las Animas, frente a la localidad de Cerros Azules.

Personal de la Fuerza Aérea que descendió en las proximidades del impacto, pie a tierra se dirigió hacia el lugar, pudiendo comprobar que los dos ocupantes se encontraban sin vida. Se trataba de Kevin Alonso Raggio (piloto), de 27 años, y Franco Pamboukdjian Acevedo (copiloto), de 22.

El avión era un Piper modelo PA24 Comanche (de 4 plazas), matrícula argentina LV-CVT, que había partido del aeropuerto internacional San Fernando (provincia de Buenos Aires) con destino a Laguna del Sauce (en Maldonado), a donde estaría arribando aproximadamente a la hora 13.00 de aquel domingo.

La última comunicación del piloto Kevin Alonso Raggio con tierra -ya en cielo uruguayo-, fue la siguiente: “Montevideo control, al momento estamos con proa al suyo, ingresando por el radial 320°, a unas 20 millas fuera. Instrucciones para el arribo, si es tan amable”, solicitó el piloto de la aeronave.

Desde torre de control respondieron: “Charly Víctor Tango, recibido en Curbelo QNH 1-0-0-5, en uso pista 26, 280° 19 nudos. Vuele pase derecha de pista 26, notifique establecido”. Tras esa información, desde la aeronave contestaron: “Vuelve en básico por derecha y volvemos establecidos, LV-CVT”.

A primera hora del lunes 23 de agosto, personal de rescate y Bomberos, junto al fiscal Sebastián Robles a cargo de la causa, sobrevolaron la zona del siniestro y posteriormente descendieron para realizar los peritajes y observaciones que no se pudieron hacer el día anterior tras el hallazgo, al caer la noche.

Paralelamente, se procedió a rescatar los cuerpos de los tripulantes, piloto y copiloto de 27 y 22 años, respectivamente, que fueron trasladados en helicóptero al aeropuerto de Laguna del Sauce para de allí continuar hacia Montevideo con destino al ITF donde se realizaron las autopsias.

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(Fotos: informe final CIAIA)

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