“El sistema social está adquiriendo una forma en la que descubrir lo que quieres hacer es cada vez menos una opción, porque su vida es demasiado estructurada, organizada, controlada y disciplinada.” (Noam Chomsky)
Un fenómeno que seguramente puede llamar la atención hoy día, es el del incremento considerable de las personas que realizan ejercicio físico. No necesariamente deporte, como decimos coloquialmente y refiriéndonos a todo lo que involucra movimiento -deporte es otra cosa-, sino prácticas asociadas a la condición física general, esencialmente vinculadas a la mejora de las llamadas capacidades condicionales (resistencia, fuerza, flexibilidad y eventualmente la velocidad como capacidad mixta -condicional y coordinativa).
Este proceso responde a varios factores. Entre ellos podemos mencionar algunos como la prescripción médica o la simple intención de mejorar los hábitos de vida.
Si bien para los que trabajamos en el área es reconfortante que pasen estas cosas, asumimos también que cada una de esas prácticas inicialmente construidas por sujetos, van conformándose en tanto prácticas culturales y adquiriendo a la vez que dan forma, los rasgos distintivos de cierta cultura -y no otra-, naturalizándose y conformando la estructura social la cual, y a partir de allí, dispone de ellas.
Es decir que, y refiriéndonos particularmente al tema de los “runners” -corredores amateurs-, cada construcción en torno a la práctica será definida con matices particulares, construyendo desde ella una cultura runner única e irrepetible.
Dicho de otra forma, cada grupo funcionará de acuerdo con una estructura interna que determinará, entre otras cosas, la forma en que se relaciona con el resto, la forma en que interpretan sus acciones en relación con las competencias y el lugar simbólico que cada sujeto ocupa en ella misma y en el afuera.
Es así como, en la medida en que esos grupos se consolidan y los espacios para las prácticas crecen, las formas de la cultura global se han ido apropiando inevitablemente de ellas, transformándolas en algo más de la cultura del consumo.
Se contaminan así dichos espacios de tal forma que aparece, sumada a las estructuras internas, una suerte de regulación exógena, un poder de origen macro económico que, con formas de manipulación encubiertas, ha transformado a las carreras originalmente recreativas en espacios de consumo desmedido llegando incluso, quienes participan de ellas, a atentar contra su propio cuerpo.
Podemos decir que ha operado sobre las carreras de calle el fenómeno de la “deportivización”, hecho por el cual una actividad originalmente pensada para el esparcimiento y la mejora de la condición física, ha adquirido matices deportivos que la han transformado en espacios de carácter agonístico en los cuales los corredores no sólo compiten contra el resto, sino que lo hacen, y de forma mucho más desmedida, contra ellos mismos.
Vemos de esa forma sujetos que hasta la adultez no se vincularon al ejercicio físico, pero que hoy son poseídos por la fiebre runner, desconociendo -o evadiendo- los efectos secundarios que el abuso de la acumulación desmedida de kilómetros, la técnica de carrera incorrecta o el impacto reiterado puede provocarles.
En esta línea y vinculando el fenómeno a las formas de consumo, parece imposible hoy, cruzarnos en una carrera con un verdadero runner que no tenga las zapatillas de marca, las medias de compresión, los shorts especiales, el GPS, el pulsómetro, la remera “dry fit” que la propia marca que organiza la carrera le vendió y cuanto elemento le hayan hecho creer los medios de comunicación masiva y su propia cultura runner que tiene que ponerse arriba para poder correr. Porque parece que correr te transforma en mejor persona, pero sólo con determinada marca deportiva.
No vamos a hacer un ensayo describiendo cómo la cultura del consumo nos manipula. Dejemos eso a Chomsky. Lo importante aquí es revalorizar nuestro rol como educadores asumiendo que, de una forma u otra, es impostergable que, así como asumimos ser parte del fenómeno, es poco menos que indispensable tomar conciencia de él.
Es tan importante realizar actividad física como asumir críticamente que no todo lo que nos venden es tan necesario como nos dicen, ni tampoco es tan apremiante el bajar el tiempo en cada carrera. Porque si hay algo que está claro que no es salud, son este tipo de prácticas ilógicamente deportivizadas.
*) Licenciado en Educación Física (ISEF Udelar). Entrenador de fútbol (ISEF-Udelar). Actualmente cursando la Maestría en Didáctica de la Educación Superior (Centro Latinoamericano de Economía Humana).
Director coordinador de Educación Física, del Consejo de Educación Inicial y Primaria/Administración Nacional de Educación Pública. Maldonado-Uruguay.
(ANEP/CEIP). Integrante de la línea “Políticas Educativas y Formación Docente.
Educación Física y Prácticas Educativas”, adscripta al grupo de investigación sobre La Educación Física y su Enseñanza.