*) Ec. Pablo Broder
Las presentes líneas podrían ser pasibles de recibir desde diversos sectores, la calificación del título. No obstante, “No es que sea triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.
Cuatro hechos marcan la realidad actual de manera casi dramática: por un lado, la persistencia eterna de la cuarentena, casi obviada en algunos aspectos, pero paralizando al país en otros, como ser oficinas públicas, tribunales, educación, minimización del transporte público, etc.
El continuado avance de la vicepresidente sobre la Justicia, con muchos logros y algún sinsabor, sin reparar en costos institucionales, intentando sancionar leyes que la eximan de sus cargas judiciales, a pesar de la agresión mayúscula al Estado de Derecho.
El ya abierto embate del gobierno nacional contra la Ciudad de Buenos Aires, con una enorme quita de fondos de la coparticipación federal, cuya derivación final será la Justicia.
Y finalmente, la muerte de un mito, como lo fue Maradona.
Sin duda que fue un argentino universal, y en general, reconocido como uno de los mayores ídolos deportivos.
No obstante, nada justificaba el bochornoso espectáculo de su velatorio, con las pasiones de barrabravas y sus violencias, aguardando ingresar y luego accediendo a la Casa de Gobierno.
En un contexto donde la Argentina sufre un encierro casi único y eterno, y donde el presidente aparentemente confiaba en que habría de encontrar en su gestión sanitaria una carta salvadora para su ineficaz y casi ausente gestión, la pandemia se abatió cruelmente. No obstante, ni el presidente ni hasta unos meses atrás sus locuaces voceros del Ministerio de Salud, aparecen ya mencionando la enfermedad. Su esperanza parecería ser un plan de vacunación, muchas veces expuesto con contradictorias expresiones, y sin aún demostrar sólidos fundamentos.
Hasta que ocurrió la muerte de Maradona.
El Gobierno se ilusionó con adueñarse de la imagen del ídolo desaparecido, y mimetizarse en un velatorio organizado (no sería exactamente la palabra apropiada dados los resultados) en la mismísima Casa Rosada. Las precauciones sanitarias tan largamente recomendadas hasta hace pocos días desde los medios oficiales, tuvieron una impasse en su aplicación. La multitud abigarrada a lo largo de 20 cuadras, mayoritariamente no usaba tapabocas y el distanciamiento no existió.
El lamentable espectáculo se contrapuso con la restricción aún vigente para el resto de los argentinos, que aún no pueden despedir a sus muertos junto a los seres queridos y amigos.
Y algo salió mal. Diríase que muy mal para todos: para la familia, para la salud de la población puesta en riesgo en un intento de aprovechamiento político criticable, y también para el propio Gobierno, dando muestra de su ineficiencia.
Una vez más, el presidente acostumbrado a echar culpas de sus desaciertos u omisiones, esta vez derivó la responsabilidad hacia la familia de Maradona y al gobierno de la Ciudad.
Ameritaba ese despliegue insensato la figura del futbolista desaparecido?
Su vida estuvo plagada de contradicciones. Nunca pudo trasladar su genio deportivo a la vida cotidiana, llena de dramas y de excesos. Fue un contraejemplo moral, como verbigracia, entre algunas conductas, sembrar el mundo de parejas diversas, y también de hijos a los que no reconocía, y que tuvieron que luchar por lograr el reconocimiento parental.
En lo éticamente deportivo, no sólo se jactó de hacer un gol con la mano. Lo ostentaba.
Pasado el escandaloso velatorio, casi en simultáneo, se convalidaba en el Congreso una brutal quita de fondos a la Ciudad de Buenos Aires, al tiempo que una Cámara de Casación echaba por tierra el intento de la vicepresidente de sepultar la causa de los cuadernos, cuya definición incierta quedará, una vez más, en manos de la Corte Suprema.
Y mientras el mundo espera un 2021 con un renacer económico auspicioso, en nuestro país, las condiciones actuales no permiten augurar que ese nuevo global viento (o brisa) de cola, pueda ser aprovechada entre nosotros, habida cuenta del clima anti-empresa privada vigente, y que ha generado ya, un proceso acelerado de huida de inversiones. Y también de argentinos valiosos.
Así es como están las cosas en la Argentina.
*) Es Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, habiendo realizado cursos de especialización en Economía Moderna en la Universidad Federico Santa María (Valparaíso, Chile).
Fue profesor y miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires; y profesor (en la carrera de postgrado) y director del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad de la Cuenca del Plata, Corrientes. Argentina.
Presidió la Fundación de la Facultad de Ciencias Económicas, fue miembro del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Capital Federal, y Secretario General de la Sociedad Internacional para el Desarrollo en Argentina.
Fue Secretario de Programación Económica del “Gabinete de la Oposición” de la Unión Cívica Radical (Comité Nacional). Ha sido el introductor en la Argentina del programa Grameen, siendo a su vez presidente de la Fundación Grameen Argentina y representante honorario para la Argentina y el Paraguay del Profesor Muhammad Yunus, creador del Grameen Bank (el Banco de los Pobres) en el mundo.
Expositor en diversos congresos, nacionales e internacionales, columnista en medios gráficos, radiales y televisivos, es autor de numerosos artículos.
Sus libros: “Fundamentos de la Economía”; “Desarrollo y Estancamiento en el Proceso Económico Argentino”; “La Argentina y el Mundo”; “La convertibilidad en crisis”; “La Argentina de la posconvertibilidad”; “Dos años en la era K”; “Mitos y realidades en la era K” y “El ocaso de la era K”.
Desarrolla su actividad en el ámbito público y privado, como director y asesor de gobiernos locales, empresas e instituciones.