En los años de creación del Mercosur, allá por los inicios de la década de los 90, se discutía en ámbitos académicos nacionales, las dificultades que enfrentaría un país pequeño, miembro del Mercosur, ante las dificultades económicas conjuntas de sus dos grandes socios: Argentina y Brasil.
Es que hasta entonces, cada vez que uno de los dos mencionados países sufría dificultades económicas, el otro surgía para compensarlo. Así vivimos los primeros años del Plan Austral y los concomitantes problemas de la economía de Brasil, o del Plan Cruzado a la par de las dificultades del gobierno radical del Dr. Alfonsín, entre otros.
Ingresado el Uruguay al Mercosur, se recibió la peor medicina que comprobó los peores augurios mencionados, primero con la crisis de Brasil de fines de década, luego la consecuente crisis en Argentina que desembocó en el colapso financiero y económico del 2001.
El gobierno de coalición de los Partidos Colorado y Nacional, gobernante de aquel Uruguay, no supo seguir las recomendaciones de aquella discusión y finalmente también nuestro país cayó en la peor crisis financiera y económica de su historia; de la que aún no hemos terminado de aprender.
Sin embargo, hemos visto en los últimos años que dicha situación ha cambiado. En el año 2015, las malas noticias vinieron de Brasil con su crisis económica, mientras que Argentina vivió una explosión de expectativas positivas que la llevaron a un gasto interno y externo importante.
Y dicho concepto parecería se reiterará, pero en dirección opuesta, para el año 2016.
A partir de los últimos anuncios y nombramientos en el Gobierno de Brasil, este país priorizará el crecimiento y la competitividad, por encima de la inflación. Ello llevará a una moderada devaluación y abandono paulatino del plan fijado en el primer año del gobierno de Dilma Rouseff.
Seguramente veremos en el correr del año, una caída cada vez menor de su PIB, hasta comenzar a mediados de año con un proceso de recuperación económica, lento pero constante. La política monetaria menos contractiva será la herramienta clave de ello.
Del otro lado del Río de la Plata, la situación será inversa, a partir de los anuncios de las autoridades locales. El combate a la inflación será el objetivo principal, y para ello (junto a la entrada de capitales externos y endeudamiento público o privado) se utilizará el tipo de cambio y los salarios como ancla, junto a fuertes políticas monetarias restrictivas.
Las consecuencias serán una reducción del salario real, aumento del desempleo y de las tasas de interés, que llevarán a una caída del PIB (ya anunciado por el propio FMI). Ello probablemente desinflará las expectativas tan positivas que flotan sobre el nuevo gobierno.
Desde Maldonado, habrá que trabajar para poder enfrentar una situación que es real -y que más allá de cifras manejadas por autoridades locales y nacionales que a mi entender no reflejan fehacientemente la actividad económica departamental- y que vino para quedarse, con un Brasil cada vez más competitivo, y una Argentina que no la tendrá fácil este año 2016.
Siempre los buenos resultados finales dependen del accionar de los propios actores, ojalá nuestras autoridades al fin se encuentren a la altura de poder conseguirlos.
*) Es Master en Economía Financiera por la Univ. of London-SOAS, UK. Se desempeña actualmente como Profesor de Economía de la Universidad de la República (CURE-Maldonado) y de la Universidad Católica del Uruguay (Sede Punta del Este). Es asesor de inversiones financieras.