*) Mauro Mendiburu Benedetto

Como hemos venido comentando en artículos pasados, el valor del dólar en el mercado local ha estado descendiendo paulatinamente desde inicios del mes de agosto. Ello lo aleja del valor estimado por los analistas económicos encuestados por el Banco Central del Uruguay, y erosiona diariamente la mejora sustantiva de la competitividad de nuestra economía a nivel regional.

La pregunta que surge en todos los ambientes de discusión, es si dicha caída se profundizará en los próximos meses, o si revertirá su tendencia.

Si bien es imposible profetizar sobre fechas de situaciones que sucederán, sí es interesante detectar cuáles son las variables que operan hoy en día contra el valor del dólar en la plaza local.

Al respecto encontramos dos variables que han contribuido fuertemente a tal asunto: la demora en aumentos de la tasa de referencia de la FED, y el cambio de humor en los inversores financieros de capitales internacionales a partir de la votación del Brexit británico.

Ambos hechos han generado verdaderas olas de capitales financieros desde el centro a los países emergentes. Se han beneficiado de ello los gobiernos regionales de Brasil y Argentina, que con situaciones económicas frágiles, y políticas económicas inconsistentes con los objetivos planeados, se han sorprendido con arribos de especuladores de corto plazo, tentados con rendimientos muy altos respecto a los que acostumbran ver.

Dichos rendimientos (que llegan a ridículos como el 9.5% en dólares por deuda que emitió la Provincia de Chaco de Argentina, gobierno provincial con una estructura fiscal inviable y que cayó en un default técnico hace menos de un año por tal motivo) encierran un doble problema: son demasiado altos para el sostenimiento de la deuda a mediano plazo; y atraen a capitales tan inescrupulosos como volátiles.

Cualquier cambio de humor de estos inversores, o un guiño de la FED para retomar el alza de tasas de interés, implicaría inevitablemente una fuga de capitales tan violenta, que redundará en una devaluación, como la que vimos en Brasil hace unos pocos meses, o la de Argentina luego de la caída de las torres de New York, que recuperará el tiempo perdido de los últimos meses.

Es que si una vez más nos alegramos de la llegada de los que son el preludio de las crisis cambiarias, y al mismo tiempo aplicamos políticas fiscales y monetarias inconsistentes con el crecimiento de la economía real a largo plazo, no nos asombremos de los golpes que estas combinaciones nos generarán en el futuro. Lo único que falta saber es en qué momento se producirán, y cuando ello ocurra, inmediatamente volveremos a ver al dólar subiendo en el mercado local.

Como alguna vez lo mencionó Florencio Escardó, “A veces nos sentamos para esperar que pase el tiempo. Como si alguien alguna vez, sentado, lo haya visto pasar”. Pues ciertamente, la irracionalidad de los mercados nos lleva a pensar que es cuestión de sentarse a esperar que pase lo que todos sabemos pasará; y parafraseando a dicho genio: “son cosas que solo las entiende el tiempo”.

*) Es Master en Economía Financiera por la Univ. of London-SOAS, UK. Se desempeña actualmente como Profesor de Economía de la Universidad de la República (CURE-Maldonado) y de la Universidad Católica del Uruguay (Sede Punta del Este). Es asesor de inversiones financieras.

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